Estoy triste de sólo imaginarme a Michetti y a De Narváez legislar y gobernar. Estoy triste porque fui autoridad de mesa durante 12 horas seguidas rodeado de homofóbicos-macristas un 28 de junio!!!!
Pero estoy más triste porque se terminó el festival de cine queer organizado por las Baruyeras y el Espacio Queer.
Que emocionante y raro fue todo.
Fueron 4 películas. La primera fue sobre las ficciones y los recuerdos de los primeros deseos lesbianos preadolescentes que chocaban con las instituciones y los discursos homofóbicos dominantes de los años 60. Igual que ahora. Fue terminar de ver la película y salir a la calle de una ciudad que instaló un par de cuadras “gay friendly”, exclusivamente para varones blancos de clase media que consumen de todo, pero que sigue excluyendo e invisibilizando socialmente a las lesbianas como si no existieran.
En la segunda película uno de los protagonistas lograba sobrevivir al holocausto para empezar una nueva vida dedicándose a explotar sexualmente a mujeres, tomando como modelo y reproduciendo la violencia de la cual había sido víctima en un campo de concentración. La asociación entre la violencia de la prostitución y la violencia del campo de concentración es una mirada profunda y perturbadora sobre las formas que toma la violencia de los varones contra las mujeres. Sobre todo en una ciudad que celebra la prostitución en cada una de sus esquinas, y que instala ( como denuncia Sonia Sanchez) esos mismos campos de concentración a cielo abierto en sus principales plazas.
La tercera película nos dejó a todos sin aliento y arañando las butacas. Un entrenador pedófilo de cualquier deporte típicamente masculino abusa sexualmente de dos niños diminutos, y lo hace sistemáticamente porque es “su” entrenador y porque nadie percibe ni se da cuenta de nada. Uno de los niños, ya adolescente, no puede recordar nada de lo que pasó mientras el otro no puede olvidar. Esa misma semana era condenado Grassi por pedófilo. Un cura pedófilo con condena entre miles de otros curas pedófilos sin condena.
Y la última película fue sobre la posibilidad de vivir la vida, la sexualidad y nuestros deseos por fuera del régimen hetero-nomativo, a través de diversas masculinidades femeninas, entre otros caminos posibles a construir y seguir. Esta fue la última película y la vimos dos día antes de las elecciones legislativas, el 28 de junio, el día del Orgullo, justo y casualmente el día que por la ley electoral se veda casi todo, especialmente la ocupación del espacio público. Que casualidad.