lunes, 29 de diciembre de 2008
¿ES MARCELO TINELLI NUESTRO HUGH HEFNER?
El INADI no sabe como separar las “causas elogiables” de Tinelli, del producto cultural más misógino y más visto de la TV argentina, también de Tinelli.
Lubertino pretende cumplir con la importante misión del INADI de bajar los altísimos índices de discriminación en una sociedad que en general aprueba la violencia contra la mujer y en contra de otros grupos excluidos, sin denunciar a Tinelli desde el INADI por temor a su reacción. Todo indica, según lo dicho entre líneas por Lubertino, que ella no quiere denunciarlo porque sus emprendimientos filantrópicos son un buen ejemplo para el resto de la sociedad.
Tinelli no es el primero ni el único varón que logra combinar exitosamente un conjunto de ideas sexistas con el suficiente poder económico como para crear un dispositivo cultural misógino difundible a través del medio más masivo de comunicación, mientras en paralelo lleva a cabo acciones solidarias desde su fundación privada. El caso de Hugh Hefner, el creador de PLAYBOY, nos puede servir como ejemplo para analizar con más atención el caso de Tinelli y entender la inacción del INADI.
Hefner, al igual que Tinelli, usa y explota el sexo y el cuerpo de las mujeres para vender masivamente sus productos y para facturar publicidad de otras empresas. El dueño de PLAYBOY, al igual que Lubertino, se autodefine como feminista. En los ’60, Hefner, comenzó a financiar casos judiciales contra la prohibición del control de natalidad, hasta apoyar en 1973 al caso judicial Roe contra Wade que legalizó el aborto en todo EEUU, por cualquier razón y hasta que el feto sea viable.
Así, PLAYBOY ayudó a legalizar el aborto y a mantenerlo legal en EEUU hasta hoy. Para lograr esto PLAYBOY también financia organizaciones de mujeres que trabajan a favor de los derechos de las mujeres. Una de las organizaciones que más recursos financieros recibe de PLAYBOY es “LA LISTA de EMILY” (http://www.emilyslist.org). Esta organización apoya únicamente a candidatas mujeres demócratas que promueven una agenda pro-elección. La organización financia políticamente a estas mujeres y las entrena para hacer sólidas campaña electorales y ganar elecciones, para que después legislen a favor de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y especialmente para evitar la penalización del aborto.
Tinelli, en cambio, dona alimentos para dos comedores de Caritas y recursos para el Hospital de Pediatría, ex Casa Cuna, entre otras acciones solidarias, a través de su fundación Ideas del Sur. En una entrevista hecha por La Nación Tinelli dijo: “nosotros no somos el Estado. En algún momento, las cosas van a tener que cambiar y en la Argentina habrá que pensar en planes sociales en serio”. Marcelo, como filántropo patriarcal y heteronormativo sostiene una agenda pública que podría definirse, en cuanto a sus principios, como profundamente católica y anti-abortista; y marcadamente asistencialista, en cuanto a los canales y medios usados para concretar sus objetivos: CARITAS, para citar el mejor ejemplo.
Evidentemente Tinelli no es Hefner. Es cierto que los dos se hicieron millonarios explotando el cuerpo de las mujeres. Pero también es cierto que tienen agendas públicas bien distintas. La autodefinición de Hefner como feminista no resiste mucho análisis. Una persona es feminista o es pornógrafa. Son conceptos y prácticas incompatibles.
¿Pero si Hefner se autodefine como feminista, cómo podríamos definir a Tinelli? Cómo definir a alguien que se comporta como un misógino frente a las cámaras de televisión, institucionalizando la violación (ver post anterior de Marians) a través del programa de TV más visto de la Argentina, y que sus acciones filantrópicas son clericales, asistencialistas y contra el aborto.
Desde Masculinidades en Deconstrucción nos preguntamos !¿Por qué le tiembla el pulso a Lubertino cuando tiene que firmar un dictamen contra Tinelli por misógino, sexista y violento?!
Lubertino argumenta que desde el INADI trataron de comunicarse con la productora de Tinelli pero que nunca recibieron una respuesta. Si Lubertino no se anima a firmar un dictamen en contra de Tinelli, acá va una propuesta alternativa menos frontal que la denuncia y seguramente más efectiva: ¿por qué mejor no apoyar la participación de Lubertino en el programa de Tinelli pero como miembro del jurado, para que levante un cartelito con el logo del INADI y con las siguientes leyendas impresas en rojo shock : ¡MUY MISOGINO!, o ¡EXTREMADAMENTE SEXISTA! o simplemente un ¡ULTRA-VIOLENTO!, toda vez que el cuerpo de una mujer, una persona obesa o de baja estatura sea denigrado por Marcelo Tinelli.
Después de todo, de eso se trata la principal responsabilidad del INADI frente a la discriminación, ¿no?
viernes, 26 de diciembre de 2008
¿INADI vs. Tinelli? Tinelli, emblema del sistema prostituyente si los hay, acaba de ser tibiamente retado por el INADI. Esta institución, después de un año de seguimiento exhaustivo de toda la basura que Marce vende "por un sueño", llegó a la tímida conclusión de que su programa presenta imágenes estereotipadas de las mujeres. Dice el INADI: "La mujer es cosificada mediante el recurso de la fragmentación de su cuerpo a través del uso estratégico de las cámaras, mostrando sus glúteos y pechos de forma insistente y mediante planos en detalle". Y agrega Lubertino, según informa una olvidable nota de la sección "espectáculos" de Página 12 (http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/8-12405-2008-12-26.html): "Quiero recalcar que el análisis que hemos hecho no tiene como objetivo perjudicar a nadie. Sabemos que Marcelo está comprometido con causas elogiables y confiamos en poder reunirnos con él próximamente...". Dejemonos de joder. Tinelli es un símbolo que condensa de una forma asombrosa lo peor del capitalismo y el heteropatriarcado. En otras palabras, para no caer en los tecnicismos del informe, un explotador del sexismo más burdo y chabacano, que apela a lo peor de las personas para hacer una gigantesca torta de plata para su propio beneficio personal. Y no me vengan con las obras de bien público y las causas elogiables, porque es la estrategia más lamentable que encontraron casi todos los consorcios de empresas más grandes y garcas del mundo para transmitir alguna imagen de que les importa el bienestar de las personas. Por un lado generan condiciones que te envenenan, te matan, te desprecian, te domestican, te explotan y te basurean, y por el otro te tiran algunas donaciones, regalos de navidad, y algo de ropa para el invierno. Ergo, algunas obritas de bien común no pueden ser el estándar para evaluar. Así como todxs hemos hecho cosas dignas de verguenza, seguramente habremos hecho algunas dignas de elogio. Las cosas como son. Institucionalizar como "piropo" el "está para violarla" (esto informa la nota de Página 12), no tiene nada de chiste. Es la verbalización de lo que pasa por la cabeza de muchas personas que hacen el programa y que lo consumen permanentemente en sus casas. Pero bueno, es la que baila, la que patina, la que canta esa que está para "violarla". No es una hija, una hermana, una novia, una esposa, una prima, una amiga, una misma ! Es la "otra", la que se expuso, la que está en la tele, la que gana algo de plata, la que se convirtió en cuerpo disponible. Disponible para los que hacen el programa (cuyo poder de compra es infinito), disponible para los que lo miran, disponible para los que lo evalúan. Y Tinelli es Tinelli. No es un hijo, no es un hermano, no es un novio, no es un padre, no es un primo, no es uno mismo ! Es el "otro" por el que nadie responde*, empezando por él mismo. Lo podemos mirar sin ser cómplices. Es el "otro" que "contrató" con esa "otra", para entretener a toda esta gilada de la que formamos parte. * Ver "Ninguna mujer nace para puta". |
domingo, 14 de diciembre de 2008
YO ABORTE
Me quedé pensando mucho en el post de Zula sobre la responsabilidad de los varones en el aborto. Y entonces me puse a pensar en mis abortos. Es cierto, no era mi cuerpo sobre el cual se practicó ese aborto, pero también era mi aborto.
En realidad fueron dos, no uno. Y hasta ahora cuando contaba estas historias las contaba así:
La primer experiencia fue perfecta, ella era anarquista y ninguno de los dos quería tener ese embarazo. Estábamos viviendo toda una aventura en Berlín Oriental cuando Alemania Oriental estaba dejando de ser Alemania Oriental a principios de los 90. Todo estaba cambiando. Pero aunque el muro se había caído, el sistema de salud socialista seguía en pie, y eso incluía el derecho a un aborto legal, seguro y gratuito. Así que fuimos los dos al hospital público de la zona. Mientras en el segundo piso del hospital funcionaba “maternidad”, en el tercero funcionaba “abortos”. La “paciente” que abortaba, después de pasar por un quirófano a todo trapo, debía quedarse en observación por 48 horas, por su salud. No quisimos quedarnos, así que sobornamos a una enfermera para que nos deje ir esa misma tarde. No podía ser tan bueno lo que nos estaba pasando.
La segunda vez fue totalmente distinta. Diametralmente opuesta. Fue un par de años después, en una ciudad distinta, Buenos Aires, y con una mujer también distinta. Ella venía de una familia muy pero muy católica, pero se estaba descubriendo a si misma y estaba explorando todos los límites que le habían impuesto. Cuando nos enteramos del embarazo ella me dice que jamás podría abortar, que sentía una opresión brutal, una prohibición total sobre la idea de abortar. Entonces, yo acepté lo inevitable, pero unos días después, inesperadamente, ella cambió de opinión. Así que fuimos a abortar a un consultorio privado en el corazón de barrio norte. Esta vez, por supuesto, clandestinamente, porque no estábamos Alemania Oriental.
Así relataba mis abortos hasta el momento, pero ahora filtrado por mi nueva identidad feminista y tratando de deconstruir mi masculinidad reconstruyo esta historia para contarla así: a mis dos parejas, con diferentes niveles de dominación, las convencí de ponerse DIUs en sus úteros, con un ginecólogo “amigo”. Aunque suene increíble, los dos DIUs fallaron, en ese supuesto 1 % de margen de error (esta parte de la historia da para otro post).
En la segunda experiencia, lo que recuerdo como un inesperado cambio de opinión, en realidad fue producto de varias acciones de presión psicológica de mi parte para convencerla de abortar.
Estos son mis abortos. Mi experiencia confirma que es cierto que si las instituciones públicas en general y el sistema de salud en particular reconocen y garantizan el derecho al aborto, la vida y la salud de las mujeres no correrían tanto peligro. Es cierto también que si tenés que abortar en una sociedad que prohíbe el aborto, pero te tocó ser muy de clase media y blanco/a, podés abortar a 10 cuadras de tu casa protegido/a por una sólida solidaridad de clase y de raza; así abortar se vuelve bastante seguro, pero obviamente muy inaccesible.
Finalmente, ahora puedo decir, desde otra perspectiva, que a partir de mi propia experiencia decidí sobre los cuerpos de mis dos parejas, primero para prevenir un embarazo; decidiendo unilateralmente sobre qué dispositivo se iban meter en el útero y eligiendo al medico varón que se los iba a poner. Después lo volví a hacer, pero esta vez para abortar, utilizando una violencia sutil, casi invisible, típica de nuestra dominación masculina, para convencerla de hacer lo correcto para los dos, pero principalmente para mi.
En realidad fueron dos, no uno. Y hasta ahora cuando contaba estas historias las contaba así:
La primer experiencia fue perfecta, ella era anarquista y ninguno de los dos quería tener ese embarazo. Estábamos viviendo toda una aventura en Berlín Oriental cuando Alemania Oriental estaba dejando de ser Alemania Oriental a principios de los 90. Todo estaba cambiando. Pero aunque el muro se había caído, el sistema de salud socialista seguía en pie, y eso incluía el derecho a un aborto legal, seguro y gratuito. Así que fuimos los dos al hospital público de la zona. Mientras en el segundo piso del hospital funcionaba “maternidad”, en el tercero funcionaba “abortos”. La “paciente” que abortaba, después de pasar por un quirófano a todo trapo, debía quedarse en observación por 48 horas, por su salud. No quisimos quedarnos, así que sobornamos a una enfermera para que nos deje ir esa misma tarde. No podía ser tan bueno lo que nos estaba pasando.
La segunda vez fue totalmente distinta. Diametralmente opuesta. Fue un par de años después, en una ciudad distinta, Buenos Aires, y con una mujer también distinta. Ella venía de una familia muy pero muy católica, pero se estaba descubriendo a si misma y estaba explorando todos los límites que le habían impuesto. Cuando nos enteramos del embarazo ella me dice que jamás podría abortar, que sentía una opresión brutal, una prohibición total sobre la idea de abortar. Entonces, yo acepté lo inevitable, pero unos días después, inesperadamente, ella cambió de opinión. Así que fuimos a abortar a un consultorio privado en el corazón de barrio norte. Esta vez, por supuesto, clandestinamente, porque no estábamos Alemania Oriental.
Así relataba mis abortos hasta el momento, pero ahora filtrado por mi nueva identidad feminista y tratando de deconstruir mi masculinidad reconstruyo esta historia para contarla así: a mis dos parejas, con diferentes niveles de dominación, las convencí de ponerse DIUs en sus úteros, con un ginecólogo “amigo”. Aunque suene increíble, los dos DIUs fallaron, en ese supuesto 1 % de margen de error (esta parte de la historia da para otro post).
En la segunda experiencia, lo que recuerdo como un inesperado cambio de opinión, en realidad fue producto de varias acciones de presión psicológica de mi parte para convencerla de abortar.
Estos son mis abortos. Mi experiencia confirma que es cierto que si las instituciones públicas en general y el sistema de salud en particular reconocen y garantizan el derecho al aborto, la vida y la salud de las mujeres no correrían tanto peligro. Es cierto también que si tenés que abortar en una sociedad que prohíbe el aborto, pero te tocó ser muy de clase media y blanco/a, podés abortar a 10 cuadras de tu casa protegido/a por una sólida solidaridad de clase y de raza; así abortar se vuelve bastante seguro, pero obviamente muy inaccesible.
Finalmente, ahora puedo decir, desde otra perspectiva, que a partir de mi propia experiencia decidí sobre los cuerpos de mis dos parejas, primero para prevenir un embarazo; decidiendo unilateralmente sobre qué dispositivo se iban meter en el útero y eligiendo al medico varón que se los iba a poner. Después lo volví a hacer, pero esta vez para abortar, utilizando una violencia sutil, casi invisible, típica de nuestra dominación masculina, para convencerla de hacer lo correcto para los dos, pero principalmente para mi.
lunes, 8 de diciembre de 2008
Por el Aborto Legal, Seguro, Gratuito y Accesible
Cortito. Ayer el Teatro Coliseo fue testigo del festival por el derecho al aborto legal, seguro, gratuito y accesible. Algunas cosas interesantes, dentro de las muchas que tuvieron lugar.
*. Cierta transgeneridad musical, que sumó a la transgeneridad propia del auditorio (y rescatada en forma más o menos constante por la presentadora -bien ahí-). Folklore, Hip Hop, percusión, piano clásico, tango.
Mis respetos a Actitud María Marta, que levantó a un teatro medio moribundo, hizo subir a todo el mundo al escenario y trató de una forma más o menos ordenada aunar proclamas vinculadas con diferentes asuntos de (in) justicia social. Pero bueno, como sabemos hay autoritarismos de izquierda y de derecha, la relación con cuestiones de sexo/género entre ellos. Es un lugar común hablar de Bush, el capitalismo, el neoliberalismo, el Vaticano, el Papa como personajes/formas de exclusión permanente, generadoras de atrocidades, etcétera. Lo sabemos, son re garcas, nada bueno sale o podría salir de ellos, que se vayan a la mierda. Ahora, invitémonos a reflexionar sobre los líderes que nos caen más buena onda. ¿El Che Guevara no era sexista, patriarcal y androcéntrico? ¿La Revolución Cubana? ¿La izquierda latinoamericana? La buena noticia dentro de la mala noticia, es que hay buenas pruebas de que, llevada la cuestión a la fuente de muchos de los autoritarismos -la relación con los cuerpos-, también la izquierda revolucionaria te va a cagar. Y que el pene, al fin de cuentas, pesa más por pene que por otra cosa. No siempre importa mucho para que lado te cuelga. Así las cosas, vamos a desmantelar todas las violencias !!!!!!!! Queremos también canciones de nuestros héroes!!
Bien también por Jesusa Rodríguez. Su manejo de un humor incómodo y absurdo para -casi- cualquiera, fue brillante. Mientras estamos tratando de que una mujer no se muera o termine encanada por interrumpir un embarazo, ella ya está hablando del derecho de los fetos a suicidarse intrauterinamente con el mismo cordón umbilical. Hay más para debatir en sus 15 minutos de sketch que en los bodrios jurídicos, sociales y políticos que producimos la mayoría de los que escribimos sobre este tema, desde diferentes lugares. Una dupla fantástica con Liliana Felipe, que con sus mujeres malas, histéricas e inconvenientes (que, por supuesto, van a misa) también levantó a la multitud.
*. Bastante policía. Afuera del teatro y adentro. Policía de diferentes tipos: la oficial (la que tiene el gallito y depende de nuestro Estado), la de los cortadorxs de entrada del teatro y la conformada por un conjunto de personas que te mandaban a "ocupar tu asiento" cada vez que terminabas "revuelto y hermanado" en algún otro, producto de esos momentos de baile que desordenaban todas las estructuras.
*. Una profusa producción en materia de cánticos y consignas militantes. De todo. Canciones con base en temas de Sabina (Cris, Cris, Cristina, "legalizá el aborto y libera tu vagina"). Canciones con base en la marcha peronista (un grito de corazón "misoprostol, misoprostol"...sos el mejor abortador...). Viejos clásicos como "si el papa fuera mujer, el aborto sería ley, basta de patriarcado y de que nos digan lo que hay que hacer...". Y un nuevo himno nacional. Como siempre, buenos disparadores para analizar la consistencia de los discursos (yo no sé si el papa fuera mujer, el aborto sería ley -está más que claro que no es sólo un tema de posesión de vagina, sino de clase, posición, etcétera), la resignificación de ciertos emblemas autoritarios (el himno, por ejemplo), o el cruce entre cuestiones valorativas y emblemas partidarios particulares (marcha peronista, por ejemplo). Cualquiera sea el caso, imaginación con consignas que sorprendieron positiva o negativamente -por diferentes, muy diferentes razones- a varixs asistentes.
*. De eso no se habla. Fue entre increíble y llamativo que muchxs artistas no mencionaban explícitamente que hacíamos todas esas personas ahí. Desde el escenario -con excepción de la presentadora-, la palabra aborto no se pronunciaba. Se hablaba de la "causa", de lo que nosotrxs "sabíamos que nos traía allí", etcétera., pero hubo que esperar que promediara el final para que se dijera, con todas las letras, que ese festival estaba pidiendo una política de aborto para las mujeres. Asociado a esto, dentro del programa estaba previsto pasar un video con las voces en apoyo de diferentes personas y personajes del espectáculo, la cultura, etcétera. Por "problemas técnicos", no se pudo pasar. :(
viernes, 28 de noviembre de 2008
Seguimos monitoreando las políticas de limpieza del gobierno porteño! Después del post "Cadena de explotaciones" (ver anteriores) y la labor de amigxs apoyando la difusión, el gobierno porteño dio marcha atrás con esto de mandar mujeres pobres a rasquetear semáforos y lanzó la ambiciosa campaña "jugá limpio". ¿Si esto no es incidencia, la incidencia dónde está?
Mejor gráfica; gente más blanca; rango y básquetbol; números de celular para sumarse, gráfica onda Nike. Porque cuidar el medio ambiente es tarea de todxs y no sólo de las mujeres pobres.
La campaña es sencilla y apuesta a la unidad comunitaria para resolver un problema que nos afecta a todxs. Si uno tira un papel, otro lo levanta. Y viceversa también funciona. Así de fácil, aunque toda esta joda haya salido algo cara.
Va un test, para ver si dentro tuyo reside un ciudadanx de verdad:
Vas por la calle y un señor está decorando teléfonos públicos con figuritas de chicas desnudas y dejando caer volantes similares en la vía pública:
(a). Mirás alrededor para buscar gente dispuesta a taclear al prostituyente y arrebatarle todos los volantes
(b). Lo tacléas solitx
(c). Mandas un sms a la unidad "jugá limpio" del Gobierno
(d). Haces una vuelta carnero y un rondó fiflá para tirar los volantes al tacho
(e). Pasás por al lado y mirás con cara de "¿no le da verguenza andar explotando gente?"
(f). Te haces el distraídx y segúis caminando
(g). Te agachás a recoger los volantes y se los acercás amablemente
(h). Lo ayudás a pegar todo más rápido para ir juntos al prostíbulo
¿Sos un vecinx/ciudadanx útil? Veamos...
Sos (a), tenés sentido de justicia, un dejo retributivo, visión colectivista. Conocimientos de feminismo, marxismo y comunitarismo. Te gustó "Diario de Motocicleta" pero crees que no llegarías ni a Chascomús.
Sos (b), similar a (a), pero algo más influenciado por una visión individualista y libertaria.
Sos (c), te copaste con la campañas "prestá atención, prestá atención" de Luchemos por la Vida. Excesiva confianza en...todo. Talentos especiales para manejar la frustración.
Sos (d), te compraste todos los videos de Nadia Comanecci y te enganchás con películas de Jackie Chan. Te importa un carajo la campaña y la prostitución, pero te cabe "mover un poco las cachas".
Sos (e), chapado a la antigua, crees que los viejos remedios todavía sirven. ¿Abuelxs con acentuada participación en la crianza?
Sos (f), te da fiaca esto de la participación ciudadana pero te da verguenza que se note. Posible negador. Leíste filosofía pero seguís creyendo que NO son lo mismo las acciones que las omisiones.
Sos (g), educación para el servicio, hacés el bien sin mirar a quien. Te gusta misionar y los campamentos. Poca capacidad crítica. Posible imbécil.
Sos (h), te cabe la eficiencia y el consumo de mujeres. Mal por tí y, sobre todo, por el resto
Acordate, desdé jugá limpio decimos:
A partir de hoy, no se ensucia más.
A partir de hoy todos somos limpios.
A partir de hoy todos podremos tener una ciudad más limpia
A partir de hoy todos somos limpios.
A partir de hoy todos podremos tener una ciudad más limpia
miércoles, 19 de noviembre de 2008
Masculinidades (en plural) y en proceso de deconstrucción (hacia adelante y hacia atrás). Más allá de la farsa de ser un varón heterosexual.
Si ponemos la sexualidad antes que el género (ver comentario de Vero Baruyera en el post anterior) corremos el riesgo de no comprender o perder de vista una parte importante del proceso de construcción y de la operación del sistema de dominación masculina.
Primero: sostener que hay masculinidades plurales ayuda a pensar sobre las relaciones intragenéricas que establecen pautas de relaciones diferentes entre diferentes tipos de varones. La primer diferencia para mi, como varón heterosexual, es la diferencia entre una masculinidad hegemónica y otras masculinidades subalternas. Adentro del reino de la masculinidad dominante también hay otredades. Los varones heterosexuales que cuestionamos las reglas de la masculinidad hegemónica vivimos bajo un régimen normativo que nos impone permanentes restricciones emocionales y de todo tipo. En cada encuentro, debate o discusión con colegas, hermanos, amigos o cualquier otro varón conocido o desconocido, se nos aplica una dosis de violencia y/o censura cada vez que cuestionamos o interpelamos el orden masculino hegemónico, o sea: violento, sexista, homofóbico, misógino, etc.
Obviamente que mi posición en el orden heterosexista de la masculinidad hegemónica sigue siendo inexcusablemente privilegiada frente a otras personas: lesbianas, gays, transexuales, transgénero e intersex. Y qué decir de mis privilegios si además de ser heterosexual, soy blanco y de clase media en el ranking de matriz de la opresión. Sin embargo, a pesar de mis privilegios, no dejo de ser parte de una masculinidad subalterna enfrentada a una masculinidad hegemónica. Es cierto, no soy gay, pero tampoco soy una farsa.
Segundo: la deconstrucción que intento hacer todos los días de mi vida es un proceso sin fin (no tengo idea en qué me puedo transformar) pero sobre todo no es lineal. Esto quiere decir que cada día representa una oportunidad para avanzar en la transformación de mi identidad sexual y de género, pero me enfrento al mismo tiempo con el desafío de no retroceder. Porque con cada gesto, palabra o acción mía que refuerza y reproduce el dominio de la masculinidad hegemónica vuelvo a reconstruir lo deconstruido. Y esto me pasa todos los días. Y es angustiante y perturbador. Pero no es una farsa.
Primero: sostener que hay masculinidades plurales ayuda a pensar sobre las relaciones intragenéricas que establecen pautas de relaciones diferentes entre diferentes tipos de varones. La primer diferencia para mi, como varón heterosexual, es la diferencia entre una masculinidad hegemónica y otras masculinidades subalternas. Adentro del reino de la masculinidad dominante también hay otredades. Los varones heterosexuales que cuestionamos las reglas de la masculinidad hegemónica vivimos bajo un régimen normativo que nos impone permanentes restricciones emocionales y de todo tipo. En cada encuentro, debate o discusión con colegas, hermanos, amigos o cualquier otro varón conocido o desconocido, se nos aplica una dosis de violencia y/o censura cada vez que cuestionamos o interpelamos el orden masculino hegemónico, o sea: violento, sexista, homofóbico, misógino, etc.
Obviamente que mi posición en el orden heterosexista de la masculinidad hegemónica sigue siendo inexcusablemente privilegiada frente a otras personas: lesbianas, gays, transexuales, transgénero e intersex. Y qué decir de mis privilegios si además de ser heterosexual, soy blanco y de clase media en el ranking de matriz de la opresión. Sin embargo, a pesar de mis privilegios, no dejo de ser parte de una masculinidad subalterna enfrentada a una masculinidad hegemónica. Es cierto, no soy gay, pero tampoco soy una farsa.
Segundo: la deconstrucción que intento hacer todos los días de mi vida es un proceso sin fin (no tengo idea en qué me puedo transformar) pero sobre todo no es lineal. Esto quiere decir que cada día representa una oportunidad para avanzar en la transformación de mi identidad sexual y de género, pero me enfrento al mismo tiempo con el desafío de no retroceder. Porque con cada gesto, palabra o acción mía que refuerza y reproduce el dominio de la masculinidad hegemónica vuelvo a reconstruir lo deconstruido. Y esto me pasa todos los días. Y es angustiante y perturbador. Pero no es una farsa.
jueves, 13 de noviembre de 2008
Esto del Aborto No Punible...Mañana a las 11 hs. Legislatura Porteña
¿Fuiste siguiendo las discusiones sobre aborto no punible y no podés creer lo que se está diciendo? ¿Te acabas de enterar que estamos discutiendo sobre tu propio cuerpo y crees que tenés algo para decir? ¿Leíste un paper sobre democracia y te querés poner las pilas con esto de la participación? ¿Crees que vos también tenés derecho a mandar algo de fruta en la Legislatura? ¿Te rateaste del colegio pero te da culpa perder el día? ¿Tenés muchas ganas de llorar pero crees que todavía hay espacio para hacer algo?
Te invitamos mañana a las 11 hs., en el Salón Perón de la Legislatura porteña (Av. de Mayo y Perú), para que vengas a dar tu opinión sobre el acceso de las mujeres a los abortos no punibles en tu Ciudad. Un espacio para todxs lxs vecinxs.
lunes, 10 de noviembre de 2008
Cadena de Explotaciones…
Tema del día: Explotaciones estructurales. Veamos, hay varios ejemplos. Algunos son muy finos; los pienso un rato, los converso, pido opiniones, escucho argumentos, formo una opinión, la cambio, formo otra. Otros son bastante burdos, creo. Va uno.
Cortito para no aburrir. Todxs saben que se hace cada vez más difícil caminar por las calles de Buenos Aires sin toparse con ese tronar de dedos que ofrece prostitución. Está por doquier. Abajo hay varios post de Chris sobre el tema, no voy a entrar en mucho detalle ni tirar más palabras donde ya las hay. Para entender lo que quiero expresar en este post, baste decir lo siguiente: teléfonos públicos, postes de luz, puestos de diarios, plagados con pequeños papeles que, en blanco y negro o en variados colores, modifican el paisaje público con diferentes ofertas que se construyen sobre el cuerpo de muchas mujeres.
Todo esto se hace con la complicidad de la política, la policía y la sociedad. Hasta acá ninguna novedad, al menos en términos descriptivos.
Pero cuando uno cree que el asunto no puede ser más evidente, aparecen justo al lado de todas esas mujeres empapelando Buenos Aires, muchas otras mujeres obligadas a desempapelarla. Sí, con esas preciosas y vanguardistas pecheras amarillas y negras promovidas por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, un conjunto de mujeres, armadas de una espátula, un cepillo y un balde caminan por la Ciudad limpiando la roña de los prostituyentes. Esta es la forma en que muchas mujeres “pagan” (perdón, “contra-prestan”, en el lenguaje de las políticas asistenciales) al Gobierno la recepción de planes sociales de tres mangos.
Pregunta: ¿a qué genio/a se le ocurrió armar estos equipos de mujeres pobres para limpiar esos mismos lugares oficialmente habilitados para explotarlas? ¿Nadie pensó que la cadena de explotación y reproducción de la violencia de género es un poco alevosa? ¿Nadie se dio cuenta que no hacen más que replicar, reforzar, tallar en piedra la discriminación y violencia? Es tan burdo, que ni siquiera permite oponer la ignorancia, la estupidez o la negligencia como excusas.
Entonces, el mensaje, una vez más, es claro como el agua: “no tenemos de que preocuparnos chicos, podemos seguir dibujando cuerpos explotados, seguir meando las paredes y los rincones, seguir escupiendo por los suelos, seguir tirando papelitos, seguir gritando barbaridades, seguir haciendo del espacio en el que nos desenvolvemos algo hostil y asqueroso”. Total, tenemos servicio de limpieza. Nuestros impuestos “pagan” por el.
Ahora, me permito preguntar, porque quizá todavía sirva. Chicos: ¿harían lo mismo si tuvieran que limpiar su propio meo, sacar con una espátula sus propios carteles, poner su propio culo para “laburar” todos los días?
Como siempre, acá el problema no es intervenir el espacio público, el problema es quiénes lo hacen, cómo lo hacen y a quiénes afecta. El combo, como dije al principio, es un poquito obvio. Las respuestas a esas preguntas, también.
Tema del día: Explotaciones estructurales. Veamos, hay varios ejemplos. Algunos son muy finos; los pienso un rato, los converso, pido opiniones, escucho argumentos, formo una opinión, la cambio, formo otra. Otros son bastante burdos, creo. Va uno.
Cortito para no aburrir. Todxs saben que se hace cada vez más difícil caminar por las calles de Buenos Aires sin toparse con ese tronar de dedos que ofrece prostitución. Está por doquier. Abajo hay varios post de Chris sobre el tema, no voy a entrar en mucho detalle ni tirar más palabras donde ya las hay. Para entender lo que quiero expresar en este post, baste decir lo siguiente: teléfonos públicos, postes de luz, puestos de diarios, plagados con pequeños papeles que, en blanco y negro o en variados colores, modifican el paisaje público con diferentes ofertas que se construyen sobre el cuerpo de muchas mujeres.
Todo esto se hace con la complicidad de la política, la policía y la sociedad. Hasta acá ninguna novedad, al menos en términos descriptivos.
Pero cuando uno cree que el asunto no puede ser más evidente, aparecen justo al lado de todas esas mujeres empapelando Buenos Aires, muchas otras mujeres obligadas a desempapelarla. Sí, con esas preciosas y vanguardistas pecheras amarillas y negras promovidas por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, un conjunto de mujeres, armadas de una espátula, un cepillo y un balde caminan por la Ciudad limpiando la roña de los prostituyentes. Esta es la forma en que muchas mujeres “pagan” (perdón, “contra-prestan”, en el lenguaje de las políticas asistenciales) al Gobierno la recepción de planes sociales de tres mangos.
Pregunta: ¿a qué genio/a se le ocurrió armar estos equipos de mujeres pobres para limpiar esos mismos lugares oficialmente habilitados para explotarlas? ¿Nadie pensó que la cadena de explotación y reproducción de la violencia de género es un poco alevosa? ¿Nadie se dio cuenta que no hacen más que replicar, reforzar, tallar en piedra la discriminación y violencia? Es tan burdo, que ni siquiera permite oponer la ignorancia, la estupidez o la negligencia como excusas.
Entonces, el mensaje, una vez más, es claro como el agua: “no tenemos de que preocuparnos chicos, podemos seguir dibujando cuerpos explotados, seguir meando las paredes y los rincones, seguir escupiendo por los suelos, seguir tirando papelitos, seguir gritando barbaridades, seguir haciendo del espacio en el que nos desenvolvemos algo hostil y asqueroso”. Total, tenemos servicio de limpieza. Nuestros impuestos “pagan” por el.
Ahora, me permito preguntar, porque quizá todavía sirva. Chicos: ¿harían lo mismo si tuvieran que limpiar su propio meo, sacar con una espátula sus propios carteles, poner su propio culo para “laburar” todos los días?
Como siempre, acá el problema no es intervenir el espacio público, el problema es quiénes lo hacen, cómo lo hacen y a quiénes afecta. El combo, como dije al principio, es un poquito obvio. Las respuestas a esas preguntas, también.
domingo, 9 de noviembre de 2008
TAN SOLO UN MAL VIAJE (pero los Babasónicos no tienen la culpa)
Lo reconozco. Estoy obsesionado. No paro de pensar en la prostitución, sus causas y sus consecuencias. Tampoco puedo parar de hablar del tema y creo que empiezo a perder amigos (en realidad estoy seguro de eso). Me pongo muy pesado, aburrido y monotemático con el asunto de la masculinidad violenta y todo eso. Pero qué voy a ser, ya se que no puedo ni quiero evitarlo.
Pero está en todas partes. Salgo de la boca del subte en Corrientes y Callao y un flaco me hace un chasquido de dedos mientras me entrega un mini-volante ofertando:
Gatitas
Yeguas
Jovencitas
Negras de verdad
Puras dominicanas
Traviesas
Maduritas
Jóvenes
Rubias
Morochas
Modelos
Hot
Eróticas
Fiesta total
Gatúbelas
Diosas
Pendejas 100% de verdad
Salgo de nuevo del subte en Pasteur y me pasa lo mismo. Y vuelvo a salir del subte en Congreso y me encuentro con un flaco sacado que le grita a otros dos que los va a matar, los acusa de ser proxenetas y violadores. Los otros dos flacos son dos de los que entregan los mini-volantes en esa esquina y lo quieren cagar a trompadas al flaco buchón. Ellos dicen -es nuestro laburo-. Pero el otro flaco los enfrenta y como les dice lo que yo siempre quiero decirles pero no me animo, me digo a mi mismo -esta la mía- y le hago el aguante. Me paro al lado y grito algo, lo primero que se me ocurre. Los dos flacos se van cuando se dan cuenta que ahora somos dos. El otro flaco se da media vuelta y también se va, a las puteadas. Y yo también sigo mi camino.
Salgo del subte de nuevo y veo a un tipo de unos 70 años caminando despacito de un teléfono público a otro teléfono público sacando despacio los mini-volantes uno a uno. Lo encaro, le hago preguntas, y me dice que afean la ciudad.
Salgo de nuevo del subte recaliente por todo y me pongo a sacar mini-volantes de un teléfono público, el primero que encuentro, me desahogo un poco y sigo caminando pero a los pocos segundos aparece un flaco de la nada y los renueva. Más cantidad y papel ilustración.
No paro de hablar del tema, con amigos, familiares, colegas, y conocidos y semi-conocidos. Los trato de convencer. Me repito que tengo que hablar con otros varones prostituyentes o potencialmente prostituyentes y convencerlos. Los varones somos la demanda que sostiene la oferta. Hay que evidenciar la negación, cuestionar lo natural, inocular subjetividades (como en esa película en donde miniaturizan un submarino para inyectarlo adentro de un cuarpo humano: directo al lóbulo prostituyente a neutralizar la demanda). Tengo que convencerlos. ¿Pero de qué tengo que convencerlos? Para empezar hay distintos tipos de respuestas -típicamente masculinas- que hay que atacar y desmontar, y atrás de una viene la otra: 1) que algunas mujeres así se pagan la universidad; 2) que la prostitución VIP está buena porque ellas también la pasan bien; 3) que es un contrato entre iguales; 4) que cada uno (una) hace lo que quiere con su culo; 5) que ellas también la pasan bién; 6) es el oficio más antiguo del mundo; 7) es un trabajo como cualquier otro; 8) es un trabajo donde explotan a la mujer como en muchos otros; 9) etc., etc..
Pero yo insisto, trato de dar vuelta los argumentos, lo intento de nuevo, insisto. Y una de cada diez veces tengo éxito, o al menos creo tenerlo. Quiero tenerlo. Debería hacer algún tipo de seguimiento a cada caso, o al menos a los que tienen mayores chances de éxito.
Me trato de acordar de la primera vez que fui a un prostíbulo. Tenía unos 12 o 13 años. Fuimos en grupo pero solo entraron dos que iban con plata que habían recibido de sus padres especialmente para la misión. Después nos contaron todo. Hasta donde me acuerdo me pareció todo muy raro.
Ayer a la noche necesitaba distraerme y fui al videoclub. Ahí estaban, cientos de películas: aventuras, comedia, ciencia ficción, clásicas, Olmedo y Porcel, de baqueros, pero no, mi brazó se estiró instintivamente, y qué encontré según la sinopsis de la película elegida más allá de mi voluntad:
‘"Hoy y mañana" plantea como una crisis sin final convierte a los hijos de la clase media argentina en aprendices de sobrevivientes. Paula quiere ser actriz, pero sabe que el tiempo corre en su contra. Si no consigue reunir el dinero necesario para pagar el alquiler acabará en la calle y su futuro ya no valdrá nada. Sólo dispone de 24 horas y de nadie a quien recurrir. En medio de la desesperación y la urgencia, Paula se plantea la posibilidad de prostituirse, pero esa nueva y eventual ocupación tampoco ofrece salida’
Pero acaso yo no quería cortar el rollo; parar con este asunto de la prostitución y los prostituyentes que me tiene como loco???!!
Pero ya lo dije, no puedo, no puedo, es como una obsesión. Y me la llevé.
Y esta es mi sinopsis de la película: es la historia de una chica muy joven de clase media que como se dedica al teatro y no tiene un mango post crisis 2001, no puede pagar el alquiler y empieza, de un día para el otro, así porque sí, a prostituirse. Y casi al final de la película le grita a un tipo que se la quiere violar –pará, pará, que yo no soy una puta-. Pero parece que ya es demasiado tarde; para el director de la película la crisis 2001 transformó en putas, o potencialmente putas, a todas las mujeres, incluso a las chicas de clase media, aunque ellas no lo quieran aceptar. Es así la cosa: cuando no podés pagar el alquiler ni ponerle nafta a tu motito qué hacés…????! Y… te ponés los tacos y te vas a buscar clientes. Y un detalle del final, esencial, casi central: mientras pasan los créditos se escucha este temita de los Babasónicos:
"Lo anterior fue sólo un mal viaje; lo que ayer viví, hoy trato de olvidar.
Si divagué perdido entre las aguas, ya estoy bien, no se preocupen más”.
Señor director de cine: ¿es sólo un mal viaje?
¿Usted nos será un poco clasista y/o misógino para tratar este tema, y/o demasiado masculinamente miope, o un prostituyente más?
Me fui a dormir y por suerte no soñé nada de nada.
Continuará….(seguro)
Pero está en todas partes. Salgo de la boca del subte en Corrientes y Callao y un flaco me hace un chasquido de dedos mientras me entrega un mini-volante ofertando:
Gatitas
Yeguas
Jovencitas
Negras de verdad
Puras dominicanas
Traviesas
Maduritas
Jóvenes
Rubias
Morochas
Modelos
Hot
Eróticas
Fiesta total
Gatúbelas
Diosas
Pendejas 100% de verdad
Salgo de nuevo del subte en Pasteur y me pasa lo mismo. Y vuelvo a salir del subte en Congreso y me encuentro con un flaco sacado que le grita a otros dos que los va a matar, los acusa de ser proxenetas y violadores. Los otros dos flacos son dos de los que entregan los mini-volantes en esa esquina y lo quieren cagar a trompadas al flaco buchón. Ellos dicen -es nuestro laburo-. Pero el otro flaco los enfrenta y como les dice lo que yo siempre quiero decirles pero no me animo, me digo a mi mismo -esta la mía- y le hago el aguante. Me paro al lado y grito algo, lo primero que se me ocurre. Los dos flacos se van cuando se dan cuenta que ahora somos dos. El otro flaco se da media vuelta y también se va, a las puteadas. Y yo también sigo mi camino.
Salgo del subte de nuevo y veo a un tipo de unos 70 años caminando despacito de un teléfono público a otro teléfono público sacando despacio los mini-volantes uno a uno. Lo encaro, le hago preguntas, y me dice que afean la ciudad.
Salgo de nuevo del subte recaliente por todo y me pongo a sacar mini-volantes de un teléfono público, el primero que encuentro, me desahogo un poco y sigo caminando pero a los pocos segundos aparece un flaco de la nada y los renueva. Más cantidad y papel ilustración.
No paro de hablar del tema, con amigos, familiares, colegas, y conocidos y semi-conocidos. Los trato de convencer. Me repito que tengo que hablar con otros varones prostituyentes o potencialmente prostituyentes y convencerlos. Los varones somos la demanda que sostiene la oferta. Hay que evidenciar la negación, cuestionar lo natural, inocular subjetividades (como en esa película en donde miniaturizan un submarino para inyectarlo adentro de un cuarpo humano: directo al lóbulo prostituyente a neutralizar la demanda). Tengo que convencerlos. ¿Pero de qué tengo que convencerlos? Para empezar hay distintos tipos de respuestas -típicamente masculinas- que hay que atacar y desmontar, y atrás de una viene la otra: 1) que algunas mujeres así se pagan la universidad; 2) que la prostitución VIP está buena porque ellas también la pasan bien; 3) que es un contrato entre iguales; 4) que cada uno (una) hace lo que quiere con su culo; 5) que ellas también la pasan bién; 6) es el oficio más antiguo del mundo; 7) es un trabajo como cualquier otro; 8) es un trabajo donde explotan a la mujer como en muchos otros; 9) etc., etc..
Pero yo insisto, trato de dar vuelta los argumentos, lo intento de nuevo, insisto. Y una de cada diez veces tengo éxito, o al menos creo tenerlo. Quiero tenerlo. Debería hacer algún tipo de seguimiento a cada caso, o al menos a los que tienen mayores chances de éxito.
Me trato de acordar de la primera vez que fui a un prostíbulo. Tenía unos 12 o 13 años. Fuimos en grupo pero solo entraron dos que iban con plata que habían recibido de sus padres especialmente para la misión. Después nos contaron todo. Hasta donde me acuerdo me pareció todo muy raro.
Ayer a la noche necesitaba distraerme y fui al videoclub. Ahí estaban, cientos de películas: aventuras, comedia, ciencia ficción, clásicas, Olmedo y Porcel, de baqueros, pero no, mi brazó se estiró instintivamente, y qué encontré según la sinopsis de la película elegida más allá de mi voluntad:
‘"Hoy y mañana" plantea como una crisis sin final convierte a los hijos de la clase media argentina en aprendices de sobrevivientes. Paula quiere ser actriz, pero sabe que el tiempo corre en su contra. Si no consigue reunir el dinero necesario para pagar el alquiler acabará en la calle y su futuro ya no valdrá nada. Sólo dispone de 24 horas y de nadie a quien recurrir. En medio de la desesperación y la urgencia, Paula se plantea la posibilidad de prostituirse, pero esa nueva y eventual ocupación tampoco ofrece salida’
Pero acaso yo no quería cortar el rollo; parar con este asunto de la prostitución y los prostituyentes que me tiene como loco???!!
Pero ya lo dije, no puedo, no puedo, es como una obsesión. Y me la llevé.
Y esta es mi sinopsis de la película: es la historia de una chica muy joven de clase media que como se dedica al teatro y no tiene un mango post crisis 2001, no puede pagar el alquiler y empieza, de un día para el otro, así porque sí, a prostituirse. Y casi al final de la película le grita a un tipo que se la quiere violar –pará, pará, que yo no soy una puta-. Pero parece que ya es demasiado tarde; para el director de la película la crisis 2001 transformó en putas, o potencialmente putas, a todas las mujeres, incluso a las chicas de clase media, aunque ellas no lo quieran aceptar. Es así la cosa: cuando no podés pagar el alquiler ni ponerle nafta a tu motito qué hacés…????! Y… te ponés los tacos y te vas a buscar clientes. Y un detalle del final, esencial, casi central: mientras pasan los créditos se escucha este temita de los Babasónicos:
"Lo anterior fue sólo un mal viaje; lo que ayer viví, hoy trato de olvidar.
Si divagué perdido entre las aguas, ya estoy bien, no se preocupen más”.
Señor director de cine: ¿es sólo un mal viaje?
¿Usted nos será un poco clasista y/o misógino para tratar este tema, y/o demasiado masculinamente miope, o un prostituyente más?
Me fui a dormir y por suerte no soñé nada de nada.
Continuará….(seguro)
viernes, 7 de noviembre de 2008
MIS BABUCHAS ROJAS
viernes, 31 de octubre de 2008
Esto del aborto...no punible
Unas cuantas semanas en la legislatura porteña son una excelente forma de entender porque nadie va abortar en esta Ciudad de una forma legal, segura y gratuita nunca. Resulta, para quienes no lo saben, que hay un proyecto consensuado entre cuatro legisladorxs (si, cuatro nomás, el tema no engancha) para regular el acceso a los abortos no punibles del Código penal.
La cosa es simple, hace como 100 años que nuestras leyes penales te hacen la gauchada de no mandarte a la cárcel si abortas para no morirte o enfermarte, o si lo haces porque alguien más –un varón- te sometió sexualmente y te embarazó. Y un par de pares de legisladorxs entendieron que podían reglamentarlo, como para que no se mueran las mujeres por abortar clandestinamente, como para que no accedan al aborto sólo las que tienen plata, como para que no sean violentadas por el sistema de salud antes o después de hacerlo, como para que no tengan que aguantar una carga no querida ni elegida. Bien ahí. Súper lógico, ¿no?
Bueno, no. Parece que también se avivaron otrxs y entonces la Legislatura se convirtió en un espacio habilitado para mandar fruta, mentir abiertamente, hablar con total impunidad y a cara descubierta. Entonces se habla en representación de diferentes caricaturas de mujeres, de los varones, de los esposos, de los novios; de lxs no nacidos, de lxs cigotos, de lxs moléculas, de lxs fetos, de lxs bebés, de lxs niñxs, de lxs por nacer, de lxs chicxs, de lxs menores, de lxs seres más indefensos, de lxs víctimas más inocentes, etcétera. Yo no sabía que había tantas formas para hablar de lo que se gesta durante esos meses. Alguien creo que llegó a decirle “bellota”.
Entonces vienen muchxs “expertxs”. Te cuentan los últimos avances tecnológicos; te pasan unos power point muy piolas con textos en inglés; te muestran importantísimos estudios sobre mujeres violadas en la guerra de los Balcanes, mucho más traumatizadas por el aborto que por estar corriendo entre bombardeos y tropas de varones. Te cuentan también que el cigoto tiene “huellas digitales” y que entonces podemos hacerles un “carné” antes de nacer.
Y parece también que ahora se viene otra apasionante discusión, porque hay quienes dicen que el aborto es terrible porque lo prohíbe tal o cual religión. Entonces hay que discutir sobre la relación entre “el Estado y la Iglesia”. ¡Ah! ¿Era eso también? Entonces seguro aparecen otrxs expertxs (hay mucho expertx dando vuelta, ¿vio?), a decirnos que la Constitución “sostiene” el culto católico y que entonces hay que embromarse; o a decirnos que los católicos son mayoría y entonces, bueno, hay que embromarse; o esos otros que dicen que al parecer Dios estaría dispuesto a destrozarnos con un rayo. Entonces, claro, hay que embromarse, porque un rayo es un rayo; no es moco de pavo.
Y después quizá se venga otro apasionante debate, porque seguro habrá quienes digan que en realidad la democracia es un bajón y que es interesante repensar la idea de "dictadura". Se va a llenar de expertxs, porque para eso son expertxs, ¿no? Y nos van a decir que es redifícil esto de la democracia, porque la gente quiere cosas diferentes, quiere construir vidas diversas, quiere que no le digan qué hacer con su cuerpo. Y que así es muy complicado andar por la vida. Que mejor nos dejamos de joder con tanta diversidad, que la Patria no se hace grande y que todavía queda mucha tierra por poblar…
martes, 7 de octubre de 2008
Lenguaje y desconcierto
El pin es la viva muestra de qué hay actitudes que están por fuera del lenguaje, son ininteligibles para el resto, de la misma forma en quizás alguna vez lo fueron para uno mismo (o no lo fueron, o todavía lo son, o mañana lo serán). Como Borges y su Pierre Menard (ya los usaron para tantas cosas, vamos a usarlos para aquello para lo que nunca hubiesen querido ser usados), las cosas adquieren significados a través de diferentes variables contextuales: qué se dice, quien lo lee, cuándo se escribe, cuándo se lee y un largo etcétera (en esto, los etcéteras siempre son largos).
Los varones reaccionamos ante el “no” como un “quizá”, un “tal vez más tarde”, un “la próxima” o, directamente, como un “sí”. O como un “no”, al cual le sigue un “qué me importa”. Cualquier varón educado (y asimilado) en el parámetro heteronormativo/sexista tendrá algún vago recuerdo de relaciones sexo/afectivas producto de insistencias, asimetrías, presiones, etcétera. Cualquier mujer educada (y asimilada) en el parámetro heteronormativo/sexista también los tendrá. De allí que las relaciones forzadas se dan todos los días, en las relaciones más cotidianas, en las más “inocentes”, en las más cercanas. Es la mecánica habilitada y promovida.
Entonces, dando un poco de crédito a la efectividad de la cultura horrenda que nos rodea, la verdad es que no se entiende el pin: quien lo lleva, en el momento que lo lleva, las razones por las que lo lleva no cuadran con quien lo lee, el momento en que lo lee, y las razones que imagina. El arreglo social te sacó del arreglo social.
Está por fuera del lenguaje, por fuera de la práctica. Es incómodo, es subversivo. Butler contesta en el prefacio de 1999 de su “Género en Disputa” a quiénes le habían criticado el libro los diez años anteriores por incomprensible y por inentendible. Butler, entre varias cosas, dice algo así como “¿qué esperaban?, es imposible la claridad del lenguaje para explicar ideas que están fuera del lenguaje".
Falta mucho para que la lectura de una frase tan obvia pueda efectivamente resultar obvia. Negar eso sería negar que vivimos en un mundo de prostituyentes, proxenetas, machistas, xenófobos, lesbófobos y otro largo etcétera. En ese interín, lamentablemente los costos seguirán -como siempre- soportándose asimétricamente. Pero desde allí se puede pensar nuevas formas de poner en práctica esa lucha que incomoda, que subvierte, que descoloca.
El pin es la viva muestra de qué hay actitudes que están por fuera del lenguaje, son ininteligibles para el resto, de la misma forma en quizás alguna vez lo fueron para uno mismo (o no lo fueron, o todavía lo son, o mañana lo serán). Como Borges y su Pierre Menard (ya los usaron para tantas cosas, vamos a usarlos para aquello para lo que nunca hubiesen querido ser usados), las cosas adquieren significados a través de diferentes variables contextuales: qué se dice, quien lo lee, cuándo se escribe, cuándo se lee y un largo etcétera (en esto, los etcéteras siempre son largos).
Los varones reaccionamos ante el “no” como un “quizá”, un “tal vez más tarde”, un “la próxima” o, directamente, como un “sí”. O como un “no”, al cual le sigue un “qué me importa”. Cualquier varón educado (y asimilado) en el parámetro heteronormativo/sexista tendrá algún vago recuerdo de relaciones sexo/afectivas producto de insistencias, asimetrías, presiones, etcétera. Cualquier mujer educada (y asimilada) en el parámetro heteronormativo/sexista también los tendrá. De allí que las relaciones forzadas se dan todos los días, en las relaciones más cotidianas, en las más “inocentes”, en las más cercanas. Es la mecánica habilitada y promovida.
Entonces, dando un poco de crédito a la efectividad de la cultura horrenda que nos rodea, la verdad es que no se entiende el pin: quien lo lleva, en el momento que lo lleva, las razones por las que lo lleva no cuadran con quien lo lee, el momento en que lo lee, y las razones que imagina. El arreglo social te sacó del arreglo social.
Está por fuera del lenguaje, por fuera de la práctica. Es incómodo, es subversivo. Butler contesta en el prefacio de 1999 de su “Género en Disputa” a quiénes le habían criticado el libro los diez años anteriores por incomprensible y por inentendible. Butler, entre varias cosas, dice algo así como “¿qué esperaban?, es imposible la claridad del lenguaje para explicar ideas que están fuera del lenguaje".
Falta mucho para que la lectura de una frase tan obvia pueda efectivamente resultar obvia. Negar eso sería negar que vivimos en un mundo de prostituyentes, proxenetas, machistas, xenófobos, lesbófobos y otro largo etcétera. En ese interín, lamentablemente los costos seguirán -como siempre- soportándose asimétricamente. Pero desde allí se puede pensar nuevas formas de poner en práctica esa lucha que incomoda, que subvierte, que descoloca.
viernes, 3 de octubre de 2008
¿QUE DICE EL PIN?
A mi vuelta del XXIII encuentro nacional de la mujer en Neuquén me traje, además de una serie de intensas experiencias que serán contadas en detalle en otro momento, una serie de pins feministas que se caracterizan por su simpleza y claridad en el mensaje: el clásico y contundente "Anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir" y el muy explícito y directo "Cuando una mujer dice NO es NO", entre otros.
En rigor el significado de la palabra "pin" es "número de identificación personal", así la sigla en castellano es "NIP" pero en inglés es "PIN". Pero también significa alfiler. Si combinamos los dos significados tenemos un alfiler con un número, una frase o un símbolo que nos sirve como identificación personal.
Yo uso en general pins para que las otras personas sepan rápidamente que estoy a favor del aborto, que no tolero comentarios racistas ni sexistas, que no soy prostituyente, etc. En poco tiempo lo primero que descubrí es que a mis 40 años no queda bien usar pins, asi que ni bien entro a cualquier lugar, reunión u oficina, en general me aplican una rigurosa política de censura anti-pin. Pero así y todo, la efectividad comunicacional de los pins resulta en general infalible, las letritas de colores llaman la atención y todxs quieren leer lo que uno lleva impreso sobre el cuerpo.
Así estrené el pin que aparece en la foto en una evento sobre el derecho de acceso a la información pública y la importancia de regular la forma de contratar y asignar la pauta oficial de publicidad de gobierno. La primera en aplicarme la censura anti-pin y luego hacerme el primer comentario fue una joven abogada activista por los derechos civiles. Me miró, se me acercó hasta poder focalizar mejor la leyenda del pin y la balbuceó para adentro. Subió la cabeza y con una sonrisita me dijo: "No siempre...". La miré y le dije: "Si, siempre". Nos miramos por un segundo en silencio, pensando cada uno en el segundo argumento que estaba por venir pero justo en ese momento empezó el evento y ahí terminó la conversación.
Al final del evento se me acercó una senadora defensora de los derechos de la mujer, entre otras cosas, y junto a un empresario de medios se acercaron simultáneamente al pin, levantaron las cabeza y casi al unísono me dijeron -no lo entiendo-.
Yo lxs miré asombrado y les pregunté -qué no entienden- Y ella me repitió la frase del pin como si fuera yo el que tenía el problema de comprensión del mensaje. Me acerqué un poco más a lxs dos y les dije lentamente, como separando por sílabas: "vio-len-cia; vio-la-ción; a-bor-to; a-co-so..". -- ---Ahhhhhhhhhhh-, me respondieron más aliviados, -ahora sí, está bueno...-
Frustado por las respuestas recibidas por diversxs profesionales autodefinidos como progresistas y con sensibilidad de género me volví a mi casa mientras me convencía a mi mismo de que iba a tener que conseguir pins más directos y mucho más explícitos; algo así como: "!No hagas eso, está muy mal violar a una mujer!", o "No mates a una mujer, no seas feminicida".
Pero el problema es mi pin?!?!
Obviamente continuará...
sábado, 27 de septiembre de 2008
Mis polainas rojas
Basado en recuerdos de hechos reales.
Tengo unas polainas rojas. Las uso poco, pero las tengo.
Hace aproximadamente dos meses salí con ellas, una mañana helada. Lo que para muchas personas es normal, para mi fue una especie de experimento. Aún sin quererlo, aún con el único objetivo de protegerse del frío (y obvio, lucir más bello, me gusta como me quedan mis polainas), un hecho normal para algunas personas se convierte en un experimento para otras. ¿No lo dije todavía? Soy varón. Y los nenes no usamos polainas, las polainas son para las nenas. Eso dicen los nenes, o al menos eso decían sus miradas en la estación de tren de Liniers, aquella mañana. Esas miradas me acompañaron en Liniers, luego en Moreno, finalmente en Vicente López. Hubiese pagado para saber que pensaban esos varones y esas mujeres que miraban mis polainas rojas. Podría especular, pero lo dejo a imaginación…Es fácil, los estereotipos ayudan. Un varón con polainas rojas, ¿será…?
Y si, protegerse del frío y lucir algo que a uno le gusta puede convertirse en un experimento, que transita desde la indiferencia hasta el desconcierto, la persecución, la burla, la violencia y, porqué no, también la paranoia.
Pero por suerte uno tiene amigxs, ¿no? Entonces llega a ese espacio libre de prejuicios, dónde uno simplemente puede ser quien es, sin que eso se convierta en un experimento con resultados inciertos. Llegué a ese espacio entrada la noche, más fría aún.
El muy gastado "Hola", fue circunstancialmente reemplazado por un: “¿Esas son polainas?”. Todas las miradas de mis amigxs se dirigieron al piso. "Si, ¿te gustan?"
Bueno, un varón con polainas no puede pasar desapercibido. Algunas risas; algunas exclamaciones que ofenderían a varias personas (lo dejo a su imaginación: ¿a quiénes?); algunas miradas entre la rareza, el excentricismo y la desconfianza. Expliqué lo obvio: “hace frío y me gusta como me quedan, ¿cuál es el problema?”. Bueno, los problemas eran varios, básicamente todos aquellos que surgen cuando uno –en este caso, conscientemente- se sale del mandato, del molde, de ese lugar dónde muchxs se sienten cómodxs y, precisamente por eso, protegen hasta el final de diversas maneras.
Así, la vida a veces se convierte en un experimento. Hace mucho que no uso mis polainas rojas, aún cuando hace frío. Porque uno a veces quiere sólo estar abrigado, no entablar un diálogo político. Pero en ciertos lugares todo es político, entonces uno va viendo de qué tiene ganas. Hace rato que no uso mis polainas rojas, porque algo tan sencillo, tan básico, tan inocente, tan absurdo, tan insignificante puede convertirse en una experiencia central en tu día. Al final, la agenda la pone el resto. Hace rato que no uso mis polainas rojas, porque todavía no puedo andar por la vida como si el resto no existiera. Y el resto existe y te tira en la cara su existencia. Y uno va viendo de qué tiene ganas. Porque hay tantos experimentos…
Aquel día tuvo la conclusión más perfecta que podría haber tenido. Cerrando la discusión sobre las polainas, hubo quien dijo: “esta bien, ¿pero tenían que ser rojas?”. En fin.
Basado en recuerdos de hechos reales.
Tengo unas polainas rojas. Las uso poco, pero las tengo.
Hace aproximadamente dos meses salí con ellas, una mañana helada. Lo que para muchas personas es normal, para mi fue una especie de experimento. Aún sin quererlo, aún con el único objetivo de protegerse del frío (y obvio, lucir más bello, me gusta como me quedan mis polainas), un hecho normal para algunas personas se convierte en un experimento para otras. ¿No lo dije todavía? Soy varón. Y los nenes no usamos polainas, las polainas son para las nenas. Eso dicen los nenes, o al menos eso decían sus miradas en la estación de tren de Liniers, aquella mañana. Esas miradas me acompañaron en Liniers, luego en Moreno, finalmente en Vicente López. Hubiese pagado para saber que pensaban esos varones y esas mujeres que miraban mis polainas rojas. Podría especular, pero lo dejo a imaginación…Es fácil, los estereotipos ayudan. Un varón con polainas rojas, ¿será…?
Y si, protegerse del frío y lucir algo que a uno le gusta puede convertirse en un experimento, que transita desde la indiferencia hasta el desconcierto, la persecución, la burla, la violencia y, porqué no, también la paranoia.
Pero por suerte uno tiene amigxs, ¿no? Entonces llega a ese espacio libre de prejuicios, dónde uno simplemente puede ser quien es, sin que eso se convierta en un experimento con resultados inciertos. Llegué a ese espacio entrada la noche, más fría aún.
El muy gastado "Hola", fue circunstancialmente reemplazado por un: “¿Esas son polainas?”. Todas las miradas de mis amigxs se dirigieron al piso. "Si, ¿te gustan?"
Bueno, un varón con polainas no puede pasar desapercibido. Algunas risas; algunas exclamaciones que ofenderían a varias personas (lo dejo a su imaginación: ¿a quiénes?); algunas miradas entre la rareza, el excentricismo y la desconfianza. Expliqué lo obvio: “hace frío y me gusta como me quedan, ¿cuál es el problema?”. Bueno, los problemas eran varios, básicamente todos aquellos que surgen cuando uno –en este caso, conscientemente- se sale del mandato, del molde, de ese lugar dónde muchxs se sienten cómodxs y, precisamente por eso, protegen hasta el final de diversas maneras.
Así, la vida a veces se convierte en un experimento. Hace mucho que no uso mis polainas rojas, aún cuando hace frío. Porque uno a veces quiere sólo estar abrigado, no entablar un diálogo político. Pero en ciertos lugares todo es político, entonces uno va viendo de qué tiene ganas. Hace rato que no uso mis polainas rojas, porque algo tan sencillo, tan básico, tan inocente, tan absurdo, tan insignificante puede convertirse en una experiencia central en tu día. Al final, la agenda la pone el resto. Hace rato que no uso mis polainas rojas, porque todavía no puedo andar por la vida como si el resto no existiera. Y el resto existe y te tira en la cara su existencia. Y uno va viendo de qué tiene ganas. Porque hay tantos experimentos…
Aquel día tuvo la conclusión más perfecta que podría haber tenido. Cerrando la discusión sobre las polainas, hubo quien dijo: “esta bien, ¿pero tenían que ser rojas?”. En fin.
martes, 23 de septiembre de 2008
¿Qué ves cuando me ves?
La pregunta que titula estas breves palabras es un punto de partida para pensar la construcción de la masculinidad y para avanzar posteriormente en dinamitar lo aprehendido. Este blog pretende, entre otras cosas, interpelar a los varones desde nuestra posición de varones. Ese proceso de interpelación apela a desarmar diferentes arreglos que nos convierten en lo que somos.
Las preguntas acerca de porqué discriminamos, porqué explotamos y consumimos cuerpos de mujeres, porqué nos comportamos de formas brutales y violentas, porqué utilizamos el femenino para insultarnos entre pares, porqué nos causan risa aquellas finas prácticas que llevadas a otros niveles terminan con la muerte de mujeres, porqué no paramos cada vez que podemos estas innumerables situaciones cotidianas, son preguntas que pueden responderse de formas muy diversas. Pero a pesar de las múltiples excusas y justificaciones que podrían ensayarse (y se ensayan), todos los varones somos victimarios: desde el ataque directo o la pasiva complicidad.
Las formas de parar esta tragedia silenciosa también son varias. Algunos de nosotros detenemos estas prácticas cuando somos puestos en ridículo, cuando nos enfrentamos con el sufrimiento ajeno, cuando nos empieza a dar vergüenza, cuando alguien nos interpela y nos desmantela, cuando la crítica feroz y la confrontación violenta nos pasa con justicia por encima.
Cómo llegamos a esto y cómo salimos de esto, son preguntas personales y políticas, si es que la diferencia existe. Personales, porque estas prácticas se trasladan y reproducen en todas nuestras relaciones cotidianas, en nuestras familias, escuelas, trabajos y camas. Así, parece obvio que los cambios personales son necesarios. Políticas, porque la sexualidad es política, porque la sexualidad está sujeta a la opinión pública y porque es objeto de acciones estatales. Lo que hacemos en nuestras relaciones cotidianas, en nuestras familias, escuelas, trabajos y camas está influido por un millón de cuestiones frente a las cuáles el Estado, la sociedad y otras personas intervienen. El traslado de lo personal a lo político y de lo público a lo privado, desdibuja los contornos de estos compartimentos que usualmente se presentan estancos y alejados. Trasladamos miseria, glorificación de la burla y violencia patriarcal. Los varones somos vehículos de ese traslado, lo llevamos a todos los espacios en los cuáles intervenimos. Lamentablemente, intervenimos en “todos” los espacios existentes, correlato obvio de una deliberada política de opresión y conquista.
Hay que desandar este camino y empezar a exponer públicamente los cuerpos de los varones tanto prostituyentes como cómplices apáticos. Cuando empecemos a desnudarnos, cuando empecemos a ser marcados por las violencias con las que marcamos, cuando comencemos a ser seriamente interpelados por nosotros mismos, por las mujeres y por el propio Estado, quizá ahí pueda empezar a pensarse otra forma de arreglo social.
La pregunta que titula estas breves palabras es un punto de partida para pensar la construcción de la masculinidad y para avanzar posteriormente en dinamitar lo aprehendido. Este blog pretende, entre otras cosas, interpelar a los varones desde nuestra posición de varones. Ese proceso de interpelación apela a desarmar diferentes arreglos que nos convierten en lo que somos.
Las preguntas acerca de porqué discriminamos, porqué explotamos y consumimos cuerpos de mujeres, porqué nos comportamos de formas brutales y violentas, porqué utilizamos el femenino para insultarnos entre pares, porqué nos causan risa aquellas finas prácticas que llevadas a otros niveles terminan con la muerte de mujeres, porqué no paramos cada vez que podemos estas innumerables situaciones cotidianas, son preguntas que pueden responderse de formas muy diversas. Pero a pesar de las múltiples excusas y justificaciones que podrían ensayarse (y se ensayan), todos los varones somos victimarios: desde el ataque directo o la pasiva complicidad.
Las formas de parar esta tragedia silenciosa también son varias. Algunos de nosotros detenemos estas prácticas cuando somos puestos en ridículo, cuando nos enfrentamos con el sufrimiento ajeno, cuando nos empieza a dar vergüenza, cuando alguien nos interpela y nos desmantela, cuando la crítica feroz y la confrontación violenta nos pasa con justicia por encima.
Cómo llegamos a esto y cómo salimos de esto, son preguntas personales y políticas, si es que la diferencia existe. Personales, porque estas prácticas se trasladan y reproducen en todas nuestras relaciones cotidianas, en nuestras familias, escuelas, trabajos y camas. Así, parece obvio que los cambios personales son necesarios. Políticas, porque la sexualidad es política, porque la sexualidad está sujeta a la opinión pública y porque es objeto de acciones estatales. Lo que hacemos en nuestras relaciones cotidianas, en nuestras familias, escuelas, trabajos y camas está influido por un millón de cuestiones frente a las cuáles el Estado, la sociedad y otras personas intervienen. El traslado de lo personal a lo político y de lo público a lo privado, desdibuja los contornos de estos compartimentos que usualmente se presentan estancos y alejados. Trasladamos miseria, glorificación de la burla y violencia patriarcal. Los varones somos vehículos de ese traslado, lo llevamos a todos los espacios en los cuáles intervenimos. Lamentablemente, intervenimos en “todos” los espacios existentes, correlato obvio de una deliberada política de opresión y conquista.
Hay que desandar este camino y empezar a exponer públicamente los cuerpos de los varones tanto prostituyentes como cómplices apáticos. Cuando empecemos a desnudarnos, cuando empecemos a ser marcados por las violencias con las que marcamos, cuando comencemos a ser seriamente interpelados por nosotros mismos, por las mujeres y por el propio Estado, quizá ahí pueda empezar a pensarse otra forma de arreglo social.
lunes, 22 de septiembre de 2008
BUENOS AIRES PROSTITUYENTE
Vivo, respiro y camino todos los días en una ciudad que celebra la prostitución. Bueno Aires, como muchas otras ciudades del país, representa una cartografía de la supremacía masculina y de la multimillonaria industria ilegal de la prostitución.
En cada esquina y en cada teléfono público se multiplica la oferta de prostitución en diminutos y coloridos volantes que promocionan la explotación sexual de miles de mujeres. Cada uno de estos volantes es una breve pieza de pornografía. Como cualquier otra imagen pornografía tiende a deshumanizar a la mujer y a presentarla como un objeto para ser consumido por varones prostituyentes. Cada volante indica con precisión una dirección, un teléfono y un precio. Toda la información básica que un varón necesita para explotar sexualmente a una mujer en Buenos Aires.
Para que esto ocurra de un modo tan natural, accesible y barato (explotar sexualmente a una mujer al mediodía en el micro-centro puede ser más económico que consumir un almuerzo) es necesario que se cumplan dos condiciones previas: que los varones estemos convencidos de que la prostitución no implica la explotación sexual de una mujer, y que el Estado promueva y sostenga la explotación de la prostitución.
Lo primero está asociado a un largo proceso de aprendizaje que recibimos los varones a través del cual adquirimos e internalizamos ideas estereotipadas sobre la mujer y la prostitución. Nuestros padres, maestros, tíos, hermanos, amigos, el cine, la televisión y otros dispositivos culturales nos enseñan desde la infancia que la prostitución es el trabajo más antiguo de la humanidad y que es positivo para nuestra masculinidad iniciarse sexualmente con una puta. Con lo cual desde chicos somos rigurosamente entrenados para ser prostituyentes. Reconstruir y transformar estos estereotipos requiere de un cambio cultural. Resulta impostergable que los varones empecemos a hablar entre nosotros sobre la prostitución como una forma de violación y cómo esta violencia victimiza a las mujeres e impacta sobre nuestra personalidad y sentimientos masculinos.
Lo segundo está directamente vinculado a la corrupción y a la complicidad del Estado en la operación de las redes de trata y tráfico de mujeres y niñas para ser explotadas sexualmente a los largo de todo el país. La explotación de la prostitución es una industria ilegal organizada en base al soborno masivo de una larga cadena de varones que ocupan cargos en distintas áreas clave del Estado: jueces, policías, funcionarios de migración y políticos.
Mientras lo primero configura la demanda de prostitución, lo segundo hace posible su oferta. Probada la complicidad del Estado patriarcal en el negocio de la explotación sexual de mujeres resulta como mínimo ilusorio pensar que la solución al problema vendrá desde las funciones de control y de rendición de cuentas del mismo “Estado proxeneta”, como lo define contundentemente Sonia Sánchez. Así, la solución vendrá inevitablemente de los varones. La ecuación es muy simple: sin varones prostituyentes no habría mujeres sexualmente explotadas. Pero para lograr este cambio cultural los varones debemos interpelarnos, cuestionarnos y reflexionar sobre nuestra masculinidad violenta y misógina.
Nosotros, los varones, debemos deconstruir lo aprendido como natural y normal sobre las putas y la prostitución. Debemos asociar el hecho de que la prostitución está directamente asociada a la coerción económica de las mujeres, a la exclusión social, y a la discriminación en un marco cultural que naturaliza el dominio de los varones sobre las mujeres. Y asociar el hecho de que el consumo de prostitución de manera aislada y casual está directamente conectado con la operación de complejas redes criminales que secuestran, trafican, violan y torturan mujeres y niñas.
Es necesario convencernos de que una revolución cultural a favor de una masculinidad no-violenta y no-sexista es posible. Somos nosotros, los varones, quienes consumimos cuerpos de mujeres, los que debemos transformar el sistema de valores que moldea nuestra masculinidad violenta. Sin varones prostituyentes, no habría mujeres sexualmente explotadas.
domingo, 14 de septiembre de 2008
Cuatro tipos de violencia típicamente masculinas sobre el cuerpo de una nena de 12 años
El primer varón (el padrastro) se la violó. El segundo (el médico) se negó a realizarle un aborto no punible. El tercero (el juez Ferrer) judicializó lo que por ley no es judicializable. El cuarto (el Ministro de Salud de Mendoza Sergio Saracco) ) no hizo nada para evitar esto último.
En resumen: violencia sexual primero, seguida por mala praxis sobre el cuerpo de la mujer para imponerle la maternidad forzada (a los 12 años), después revictimización de la víctima, para terminar con una dosis casi invisible de violencia institucional a través de un protocolo de atención de abortos no punibles y otro de registro único de objetores de conciencia encerrados en un cajón.
Qué motiva a estos varones a hacer lo que hacen, a decidir lo que deciden sobre el cuerpo de las mujeres, en este caso particular el cuerpo violado de una nena de 12 años. Como varón tengo algunas intuiciones para responder a estas preguntas.
Sobre los motivos del violador, Rita Segato nos enseña a los varones que la “masculinidad” representa aquí una identidad dependiente de un estatus que engloba, sintetiza y confunde poder sexual, poder social y poder de muerte. Así, en contraste con el modelo psicopatológico, la perspectiva feminista sostiene que la violencia sexual tiene un origen sociocultural: los hombres aprenden a violar. Desde este punto de vista, la violencia sexual es una extensión de la conducta normativa masculina, el resultado de la adaptación a los valores y prerrogativas que definen el rol masculino en nuestras sociedad patriarcales y misóginas.
Sobre el médico que requirió la intervención de un juez frente a un aborto no punible, Foucault ubica a los médicos en el eje central de las prácticas del bio-poder. Técnicas de poder y control sobre la población en general y sobre las mujeres (embarazadas) en particular. Los médicos son concientes de este poder, lo practican y lo gozan. Así como gozan el maltrato sistemático sobre las mujeres cuando asisten a los hospitales públicos para abortar legalmente o por complicaciones post-aborto. Aunque desde chicos no enseñan que los médicos, al igual que otros expertos, son sabios y buenos, los médicos son, esencialmente, varones con poder sobre el cuerpo de otras personas. En este caso, varones con bio-poder ubicados estratégicamente en los hospitales públicos por obispos u otros altos funcionarios eclesiásticos: redes de patronazgo medico-eclesiásticas en contra del aborto en general y del aborto no punible en particular.
Sobre el juez Ferrer que respondió a la solicitud de los médicos y ordenó meter a la nena violada en una Cámara Gesell para realizarle pericias psicológicas, lo que hizo no fue otra cosa que negarle su derecho a la salud y traumatizarla más. Y de paso violó también la constitución porque el Poder Judicial no puede agregar requerimientos que no están en la ley.
Sobre el Ministro Saracco, y todos los otros funcionarios públicos varones que operan a favor de la Iglesia frente al aborto legal, lo que hacen es negar que con cada una de sus pequeñas decisiones burocráticas (o falta de decisiones) matan a miles de mujeres lenta, invisible pero consistentemente. Así, y solo así se puede explicar que en Argentina la primer causa de muerte materna sea el aborto. De cada 100 muertes maternas, 29 son causadas por abortos. Detrás de este asesinato masivo de mujeres hay una cadena de decisiones (o inacciones) tomadas por varones desde cargos públicos centrales: ministros, jueces y directores de hospitales públicos, entre otros.
El hecho de que estas decisiones burocráticas no generen el mismo rechazo social que genera la violencia sexual, como violencia interpersonal, no debería confundirnos. Los varones, nosotros, en un extremo u otro de la cadena de acciones violentas, desde la violencia más física e interpersonal hasta la más abstracta e institucional, no dejamos de ser varones violentos, ejerciendo nuestros privilegios con impunidad sobre el cuerpo de miles de mujeres.
Para conocer en profundidad este caso y su desarrollo te recomiendo entrar al sitio de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito: http://www.abortolegal.com.ar
En resumen: violencia sexual primero, seguida por mala praxis sobre el cuerpo de la mujer para imponerle la maternidad forzada (a los 12 años), después revictimización de la víctima, para terminar con una dosis casi invisible de violencia institucional a través de un protocolo de atención de abortos no punibles y otro de registro único de objetores de conciencia encerrados en un cajón.
Qué motiva a estos varones a hacer lo que hacen, a decidir lo que deciden sobre el cuerpo de las mujeres, en este caso particular el cuerpo violado de una nena de 12 años. Como varón tengo algunas intuiciones para responder a estas preguntas.
Sobre los motivos del violador, Rita Segato nos enseña a los varones que la “masculinidad” representa aquí una identidad dependiente de un estatus que engloba, sintetiza y confunde poder sexual, poder social y poder de muerte. Así, en contraste con el modelo psicopatológico, la perspectiva feminista sostiene que la violencia sexual tiene un origen sociocultural: los hombres aprenden a violar. Desde este punto de vista, la violencia sexual es una extensión de la conducta normativa masculina, el resultado de la adaptación a los valores y prerrogativas que definen el rol masculino en nuestras sociedad patriarcales y misóginas.
Sobre el médico que requirió la intervención de un juez frente a un aborto no punible, Foucault ubica a los médicos en el eje central de las prácticas del bio-poder. Técnicas de poder y control sobre la población en general y sobre las mujeres (embarazadas) en particular. Los médicos son concientes de este poder, lo practican y lo gozan. Así como gozan el maltrato sistemático sobre las mujeres cuando asisten a los hospitales públicos para abortar legalmente o por complicaciones post-aborto. Aunque desde chicos no enseñan que los médicos, al igual que otros expertos, son sabios y buenos, los médicos son, esencialmente, varones con poder sobre el cuerpo de otras personas. En este caso, varones con bio-poder ubicados estratégicamente en los hospitales públicos por obispos u otros altos funcionarios eclesiásticos: redes de patronazgo medico-eclesiásticas en contra del aborto en general y del aborto no punible en particular.
Sobre el juez Ferrer que respondió a la solicitud de los médicos y ordenó meter a la nena violada en una Cámara Gesell para realizarle pericias psicológicas, lo que hizo no fue otra cosa que negarle su derecho a la salud y traumatizarla más. Y de paso violó también la constitución porque el Poder Judicial no puede agregar requerimientos que no están en la ley.
Sobre el Ministro Saracco, y todos los otros funcionarios públicos varones que operan a favor de la Iglesia frente al aborto legal, lo que hacen es negar que con cada una de sus pequeñas decisiones burocráticas (o falta de decisiones) matan a miles de mujeres lenta, invisible pero consistentemente. Así, y solo así se puede explicar que en Argentina la primer causa de muerte materna sea el aborto. De cada 100 muertes maternas, 29 son causadas por abortos. Detrás de este asesinato masivo de mujeres hay una cadena de decisiones (o inacciones) tomadas por varones desde cargos públicos centrales: ministros, jueces y directores de hospitales públicos, entre otros.
El hecho de que estas decisiones burocráticas no generen el mismo rechazo social que genera la violencia sexual, como violencia interpersonal, no debería confundirnos. Los varones, nosotros, en un extremo u otro de la cadena de acciones violentas, desde la violencia más física e interpersonal hasta la más abstracta e institucional, no dejamos de ser varones violentos, ejerciendo nuestros privilegios con impunidad sobre el cuerpo de miles de mujeres.
Para conocer en profundidad este caso y su desarrollo te recomiendo entrar al sitio de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito: http://www.abortolegal.com.ar
domingo, 7 de septiembre de 2008
Sin los cuerpos masculinos explotadores, no habría cuerpos de mujeres explotadas
La imagen de Tinelli como prostituyente, de su cuerpo descomunalmente prostituyente, sosteniendo, promocionando y reproduciendo masivamente la idea de que los cuerpos de las mujeres están ahí para ser tomados, usados, explotados, es el comienzo de una reflexión sobre qué hacen y cómo piensan los varones como prostituyentes. La idea es ir directo a la causa del problema, criticar los escraches a las mujeres en situación de prostitución, y escrachar a los prostituyentes. Y como sostiene Sonia Sanchez, lo que sigue es un escrache a sus penes asquerosos.
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