lunes, 29 de diciembre de 2008
¿ES MARCELO TINELLI NUESTRO HUGH HEFNER?
El INADI no sabe como separar las “causas elogiables” de Tinelli, del producto cultural más misógino y más visto de la TV argentina, también de Tinelli.
Lubertino pretende cumplir con la importante misión del INADI de bajar los altísimos índices de discriminación en una sociedad que en general aprueba la violencia contra la mujer y en contra de otros grupos excluidos, sin denunciar a Tinelli desde el INADI por temor a su reacción. Todo indica, según lo dicho entre líneas por Lubertino, que ella no quiere denunciarlo porque sus emprendimientos filantrópicos son un buen ejemplo para el resto de la sociedad.
Tinelli no es el primero ni el único varón que logra combinar exitosamente un conjunto de ideas sexistas con el suficiente poder económico como para crear un dispositivo cultural misógino difundible a través del medio más masivo de comunicación, mientras en paralelo lleva a cabo acciones solidarias desde su fundación privada. El caso de Hugh Hefner, el creador de PLAYBOY, nos puede servir como ejemplo para analizar con más atención el caso de Tinelli y entender la inacción del INADI.
Hefner, al igual que Tinelli, usa y explota el sexo y el cuerpo de las mujeres para vender masivamente sus productos y para facturar publicidad de otras empresas. El dueño de PLAYBOY, al igual que Lubertino, se autodefine como feminista. En los ’60, Hefner, comenzó a financiar casos judiciales contra la prohibición del control de natalidad, hasta apoyar en 1973 al caso judicial Roe contra Wade que legalizó el aborto en todo EEUU, por cualquier razón y hasta que el feto sea viable.
Así, PLAYBOY ayudó a legalizar el aborto y a mantenerlo legal en EEUU hasta hoy. Para lograr esto PLAYBOY también financia organizaciones de mujeres que trabajan a favor de los derechos de las mujeres. Una de las organizaciones que más recursos financieros recibe de PLAYBOY es “LA LISTA de EMILY” (http://www.emilyslist.org). Esta organización apoya únicamente a candidatas mujeres demócratas que promueven una agenda pro-elección. La organización financia políticamente a estas mujeres y las entrena para hacer sólidas campaña electorales y ganar elecciones, para que después legislen a favor de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y especialmente para evitar la penalización del aborto.
Tinelli, en cambio, dona alimentos para dos comedores de Caritas y recursos para el Hospital de Pediatría, ex Casa Cuna, entre otras acciones solidarias, a través de su fundación Ideas del Sur. En una entrevista hecha por La Nación Tinelli dijo: “nosotros no somos el Estado. En algún momento, las cosas van a tener que cambiar y en la Argentina habrá que pensar en planes sociales en serio”. Marcelo, como filántropo patriarcal y heteronormativo sostiene una agenda pública que podría definirse, en cuanto a sus principios, como profundamente católica y anti-abortista; y marcadamente asistencialista, en cuanto a los canales y medios usados para concretar sus objetivos: CARITAS, para citar el mejor ejemplo.
Evidentemente Tinelli no es Hefner. Es cierto que los dos se hicieron millonarios explotando el cuerpo de las mujeres. Pero también es cierto que tienen agendas públicas bien distintas. La autodefinición de Hefner como feminista no resiste mucho análisis. Una persona es feminista o es pornógrafa. Son conceptos y prácticas incompatibles.
¿Pero si Hefner se autodefine como feminista, cómo podríamos definir a Tinelli? Cómo definir a alguien que se comporta como un misógino frente a las cámaras de televisión, institucionalizando la violación (ver post anterior de Marians) a través del programa de TV más visto de la Argentina, y que sus acciones filantrópicas son clericales, asistencialistas y contra el aborto.
Desde Masculinidades en Deconstrucción nos preguntamos !¿Por qué le tiembla el pulso a Lubertino cuando tiene que firmar un dictamen contra Tinelli por misógino, sexista y violento?!
Lubertino argumenta que desde el INADI trataron de comunicarse con la productora de Tinelli pero que nunca recibieron una respuesta. Si Lubertino no se anima a firmar un dictamen en contra de Tinelli, acá va una propuesta alternativa menos frontal que la denuncia y seguramente más efectiva: ¿por qué mejor no apoyar la participación de Lubertino en el programa de Tinelli pero como miembro del jurado, para que levante un cartelito con el logo del INADI y con las siguientes leyendas impresas en rojo shock : ¡MUY MISOGINO!, o ¡EXTREMADAMENTE SEXISTA! o simplemente un ¡ULTRA-VIOLENTO!, toda vez que el cuerpo de una mujer, una persona obesa o de baja estatura sea denigrado por Marcelo Tinelli.
Después de todo, de eso se trata la principal responsabilidad del INADI frente a la discriminación, ¿no?
viernes, 26 de diciembre de 2008
¿INADI vs. Tinelli? Tinelli, emblema del sistema prostituyente si los hay, acaba de ser tibiamente retado por el INADI. Esta institución, después de un año de seguimiento exhaustivo de toda la basura que Marce vende "por un sueño", llegó a la tímida conclusión de que su programa presenta imágenes estereotipadas de las mujeres. Dice el INADI: "La mujer es cosificada mediante el recurso de la fragmentación de su cuerpo a través del uso estratégico de las cámaras, mostrando sus glúteos y pechos de forma insistente y mediante planos en detalle". Y agrega Lubertino, según informa una olvidable nota de la sección "espectáculos" de Página 12 (http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/8-12405-2008-12-26.html): "Quiero recalcar que el análisis que hemos hecho no tiene como objetivo perjudicar a nadie. Sabemos que Marcelo está comprometido con causas elogiables y confiamos en poder reunirnos con él próximamente...". Dejemonos de joder. Tinelli es un símbolo que condensa de una forma asombrosa lo peor del capitalismo y el heteropatriarcado. En otras palabras, para no caer en los tecnicismos del informe, un explotador del sexismo más burdo y chabacano, que apela a lo peor de las personas para hacer una gigantesca torta de plata para su propio beneficio personal. Y no me vengan con las obras de bien público y las causas elogiables, porque es la estrategia más lamentable que encontraron casi todos los consorcios de empresas más grandes y garcas del mundo para transmitir alguna imagen de que les importa el bienestar de las personas. Por un lado generan condiciones que te envenenan, te matan, te desprecian, te domestican, te explotan y te basurean, y por el otro te tiran algunas donaciones, regalos de navidad, y algo de ropa para el invierno. Ergo, algunas obritas de bien común no pueden ser el estándar para evaluar. Así como todxs hemos hecho cosas dignas de verguenza, seguramente habremos hecho algunas dignas de elogio. Las cosas como son. Institucionalizar como "piropo" el "está para violarla" (esto informa la nota de Página 12), no tiene nada de chiste. Es la verbalización de lo que pasa por la cabeza de muchas personas que hacen el programa y que lo consumen permanentemente en sus casas. Pero bueno, es la que baila, la que patina, la que canta esa que está para "violarla". No es una hija, una hermana, una novia, una esposa, una prima, una amiga, una misma ! Es la "otra", la que se expuso, la que está en la tele, la que gana algo de plata, la que se convirtió en cuerpo disponible. Disponible para los que hacen el programa (cuyo poder de compra es infinito), disponible para los que lo miran, disponible para los que lo evalúan. Y Tinelli es Tinelli. No es un hijo, no es un hermano, no es un novio, no es un padre, no es un primo, no es uno mismo ! Es el "otro" por el que nadie responde*, empezando por él mismo. Lo podemos mirar sin ser cómplices. Es el "otro" que "contrató" con esa "otra", para entretener a toda esta gilada de la que formamos parte. * Ver "Ninguna mujer nace para puta". |
domingo, 14 de diciembre de 2008
YO ABORTE
Me quedé pensando mucho en el post de Zula sobre la responsabilidad de los varones en el aborto. Y entonces me puse a pensar en mis abortos. Es cierto, no era mi cuerpo sobre el cual se practicó ese aborto, pero también era mi aborto.
En realidad fueron dos, no uno. Y hasta ahora cuando contaba estas historias las contaba así:
La primer experiencia fue perfecta, ella era anarquista y ninguno de los dos quería tener ese embarazo. Estábamos viviendo toda una aventura en Berlín Oriental cuando Alemania Oriental estaba dejando de ser Alemania Oriental a principios de los 90. Todo estaba cambiando. Pero aunque el muro se había caído, el sistema de salud socialista seguía en pie, y eso incluía el derecho a un aborto legal, seguro y gratuito. Así que fuimos los dos al hospital público de la zona. Mientras en el segundo piso del hospital funcionaba “maternidad”, en el tercero funcionaba “abortos”. La “paciente” que abortaba, después de pasar por un quirófano a todo trapo, debía quedarse en observación por 48 horas, por su salud. No quisimos quedarnos, así que sobornamos a una enfermera para que nos deje ir esa misma tarde. No podía ser tan bueno lo que nos estaba pasando.
La segunda vez fue totalmente distinta. Diametralmente opuesta. Fue un par de años después, en una ciudad distinta, Buenos Aires, y con una mujer también distinta. Ella venía de una familia muy pero muy católica, pero se estaba descubriendo a si misma y estaba explorando todos los límites que le habían impuesto. Cuando nos enteramos del embarazo ella me dice que jamás podría abortar, que sentía una opresión brutal, una prohibición total sobre la idea de abortar. Entonces, yo acepté lo inevitable, pero unos días después, inesperadamente, ella cambió de opinión. Así que fuimos a abortar a un consultorio privado en el corazón de barrio norte. Esta vez, por supuesto, clandestinamente, porque no estábamos Alemania Oriental.
Así relataba mis abortos hasta el momento, pero ahora filtrado por mi nueva identidad feminista y tratando de deconstruir mi masculinidad reconstruyo esta historia para contarla así: a mis dos parejas, con diferentes niveles de dominación, las convencí de ponerse DIUs en sus úteros, con un ginecólogo “amigo”. Aunque suene increíble, los dos DIUs fallaron, en ese supuesto 1 % de margen de error (esta parte de la historia da para otro post).
En la segunda experiencia, lo que recuerdo como un inesperado cambio de opinión, en realidad fue producto de varias acciones de presión psicológica de mi parte para convencerla de abortar.
Estos son mis abortos. Mi experiencia confirma que es cierto que si las instituciones públicas en general y el sistema de salud en particular reconocen y garantizan el derecho al aborto, la vida y la salud de las mujeres no correrían tanto peligro. Es cierto también que si tenés que abortar en una sociedad que prohíbe el aborto, pero te tocó ser muy de clase media y blanco/a, podés abortar a 10 cuadras de tu casa protegido/a por una sólida solidaridad de clase y de raza; así abortar se vuelve bastante seguro, pero obviamente muy inaccesible.
Finalmente, ahora puedo decir, desde otra perspectiva, que a partir de mi propia experiencia decidí sobre los cuerpos de mis dos parejas, primero para prevenir un embarazo; decidiendo unilateralmente sobre qué dispositivo se iban meter en el útero y eligiendo al medico varón que se los iba a poner. Después lo volví a hacer, pero esta vez para abortar, utilizando una violencia sutil, casi invisible, típica de nuestra dominación masculina, para convencerla de hacer lo correcto para los dos, pero principalmente para mi.
En realidad fueron dos, no uno. Y hasta ahora cuando contaba estas historias las contaba así:
La primer experiencia fue perfecta, ella era anarquista y ninguno de los dos quería tener ese embarazo. Estábamos viviendo toda una aventura en Berlín Oriental cuando Alemania Oriental estaba dejando de ser Alemania Oriental a principios de los 90. Todo estaba cambiando. Pero aunque el muro se había caído, el sistema de salud socialista seguía en pie, y eso incluía el derecho a un aborto legal, seguro y gratuito. Así que fuimos los dos al hospital público de la zona. Mientras en el segundo piso del hospital funcionaba “maternidad”, en el tercero funcionaba “abortos”. La “paciente” que abortaba, después de pasar por un quirófano a todo trapo, debía quedarse en observación por 48 horas, por su salud. No quisimos quedarnos, así que sobornamos a una enfermera para que nos deje ir esa misma tarde. No podía ser tan bueno lo que nos estaba pasando.
La segunda vez fue totalmente distinta. Diametralmente opuesta. Fue un par de años después, en una ciudad distinta, Buenos Aires, y con una mujer también distinta. Ella venía de una familia muy pero muy católica, pero se estaba descubriendo a si misma y estaba explorando todos los límites que le habían impuesto. Cuando nos enteramos del embarazo ella me dice que jamás podría abortar, que sentía una opresión brutal, una prohibición total sobre la idea de abortar. Entonces, yo acepté lo inevitable, pero unos días después, inesperadamente, ella cambió de opinión. Así que fuimos a abortar a un consultorio privado en el corazón de barrio norte. Esta vez, por supuesto, clandestinamente, porque no estábamos Alemania Oriental.
Así relataba mis abortos hasta el momento, pero ahora filtrado por mi nueva identidad feminista y tratando de deconstruir mi masculinidad reconstruyo esta historia para contarla así: a mis dos parejas, con diferentes niveles de dominación, las convencí de ponerse DIUs en sus úteros, con un ginecólogo “amigo”. Aunque suene increíble, los dos DIUs fallaron, en ese supuesto 1 % de margen de error (esta parte de la historia da para otro post).
En la segunda experiencia, lo que recuerdo como un inesperado cambio de opinión, en realidad fue producto de varias acciones de presión psicológica de mi parte para convencerla de abortar.
Estos son mis abortos. Mi experiencia confirma que es cierto que si las instituciones públicas en general y el sistema de salud en particular reconocen y garantizan el derecho al aborto, la vida y la salud de las mujeres no correrían tanto peligro. Es cierto también que si tenés que abortar en una sociedad que prohíbe el aborto, pero te tocó ser muy de clase media y blanco/a, podés abortar a 10 cuadras de tu casa protegido/a por una sólida solidaridad de clase y de raza; así abortar se vuelve bastante seguro, pero obviamente muy inaccesible.
Finalmente, ahora puedo decir, desde otra perspectiva, que a partir de mi propia experiencia decidí sobre los cuerpos de mis dos parejas, primero para prevenir un embarazo; decidiendo unilateralmente sobre qué dispositivo se iban meter en el útero y eligiendo al medico varón que se los iba a poner. Después lo volví a hacer, pero esta vez para abortar, utilizando una violencia sutil, casi invisible, típica de nuestra dominación masculina, para convencerla de hacer lo correcto para los dos, pero principalmente para mi.
lunes, 8 de diciembre de 2008
Por el Aborto Legal, Seguro, Gratuito y Accesible
Cortito. Ayer el Teatro Coliseo fue testigo del festival por el derecho al aborto legal, seguro, gratuito y accesible. Algunas cosas interesantes, dentro de las muchas que tuvieron lugar.
*. Cierta transgeneridad musical, que sumó a la transgeneridad propia del auditorio (y rescatada en forma más o menos constante por la presentadora -bien ahí-). Folklore, Hip Hop, percusión, piano clásico, tango.
Mis respetos a Actitud María Marta, que levantó a un teatro medio moribundo, hizo subir a todo el mundo al escenario y trató de una forma más o menos ordenada aunar proclamas vinculadas con diferentes asuntos de (in) justicia social. Pero bueno, como sabemos hay autoritarismos de izquierda y de derecha, la relación con cuestiones de sexo/género entre ellos. Es un lugar común hablar de Bush, el capitalismo, el neoliberalismo, el Vaticano, el Papa como personajes/formas de exclusión permanente, generadoras de atrocidades, etcétera. Lo sabemos, son re garcas, nada bueno sale o podría salir de ellos, que se vayan a la mierda. Ahora, invitémonos a reflexionar sobre los líderes que nos caen más buena onda. ¿El Che Guevara no era sexista, patriarcal y androcéntrico? ¿La Revolución Cubana? ¿La izquierda latinoamericana? La buena noticia dentro de la mala noticia, es que hay buenas pruebas de que, llevada la cuestión a la fuente de muchos de los autoritarismos -la relación con los cuerpos-, también la izquierda revolucionaria te va a cagar. Y que el pene, al fin de cuentas, pesa más por pene que por otra cosa. No siempre importa mucho para que lado te cuelga. Así las cosas, vamos a desmantelar todas las violencias !!!!!!!! Queremos también canciones de nuestros héroes!!
Bien también por Jesusa Rodríguez. Su manejo de un humor incómodo y absurdo para -casi- cualquiera, fue brillante. Mientras estamos tratando de que una mujer no se muera o termine encanada por interrumpir un embarazo, ella ya está hablando del derecho de los fetos a suicidarse intrauterinamente con el mismo cordón umbilical. Hay más para debatir en sus 15 minutos de sketch que en los bodrios jurídicos, sociales y políticos que producimos la mayoría de los que escribimos sobre este tema, desde diferentes lugares. Una dupla fantástica con Liliana Felipe, que con sus mujeres malas, histéricas e inconvenientes (que, por supuesto, van a misa) también levantó a la multitud.
*. Bastante policía. Afuera del teatro y adentro. Policía de diferentes tipos: la oficial (la que tiene el gallito y depende de nuestro Estado), la de los cortadorxs de entrada del teatro y la conformada por un conjunto de personas que te mandaban a "ocupar tu asiento" cada vez que terminabas "revuelto y hermanado" en algún otro, producto de esos momentos de baile que desordenaban todas las estructuras.
*. Una profusa producción en materia de cánticos y consignas militantes. De todo. Canciones con base en temas de Sabina (Cris, Cris, Cristina, "legalizá el aborto y libera tu vagina"). Canciones con base en la marcha peronista (un grito de corazón "misoprostol, misoprostol"...sos el mejor abortador...). Viejos clásicos como "si el papa fuera mujer, el aborto sería ley, basta de patriarcado y de que nos digan lo que hay que hacer...". Y un nuevo himno nacional. Como siempre, buenos disparadores para analizar la consistencia de los discursos (yo no sé si el papa fuera mujer, el aborto sería ley -está más que claro que no es sólo un tema de posesión de vagina, sino de clase, posición, etcétera), la resignificación de ciertos emblemas autoritarios (el himno, por ejemplo), o el cruce entre cuestiones valorativas y emblemas partidarios particulares (marcha peronista, por ejemplo). Cualquiera sea el caso, imaginación con consignas que sorprendieron positiva o negativamente -por diferentes, muy diferentes razones- a varixs asistentes.
*. De eso no se habla. Fue entre increíble y llamativo que muchxs artistas no mencionaban explícitamente que hacíamos todas esas personas ahí. Desde el escenario -con excepción de la presentadora-, la palabra aborto no se pronunciaba. Se hablaba de la "causa", de lo que nosotrxs "sabíamos que nos traía allí", etcétera., pero hubo que esperar que promediara el final para que se dijera, con todas las letras, que ese festival estaba pidiendo una política de aborto para las mujeres. Asociado a esto, dentro del programa estaba previsto pasar un video con las voces en apoyo de diferentes personas y personajes del espectáculo, la cultura, etcétera. Por "problemas técnicos", no se pudo pasar. :(
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