Para buena parte del mundo, es un lugar común explicar una serie de insatisfacciones personales sobre la base del rol de madres, padres, familias.
El otro día pensaba al revés. No es la historia de un pasado (uno de muchos), superado y sin efectos. Es la historia de un presente (uno de muchos).
“Se queja porque ella, su mamá, rompe las bolas. Dice que es como un deporte, una profesión, algo para lo que está especialmente preparada. Que le ordena las cosas, que se mete en sus asuntos, que da consejos no requeridos, que comenta su ropa, que opina sobre sus amistades (¡y hasta conversa con ellas!), que se preocupa por su trabajo, que llama más de la cuenta, que lo ridiculiza en público (¡una vez le dijo te quiero!).
Un día -no recuerda bien cuál, no puede identificarlo, no sabe si existió- ese calificativo dejo de ser tal. Ese calificativo se convirtió en identidad. En algún punto, su mamá dejó de ser alguien que rompía las bolas para ser una rompebolas, sutil pero no menor diferencia. Su identidad se confundió con el adjetivo, pasaron a ser uno solo, indistinguibles uno de otro. Su mamá, la rompebolas.
Desapareció su mamá, la persona y la mujer. También su mamá, la inteligente, la trabajadora, la profesional, la divertida, la hábil, la organizadora, la viajante, la curiosa, la desinhibida, la interesante, la conversadora, la persistente.
Ese día, un día, su queja se convirtió en etiqueta; una etiqueta simplificada, sesgada y negativa, ajena a las complejas características personales. Ajena también a las injusticias y asimetrías de género. Una etiqueta que revela a la vez que niega, que elige, que construye relaciones hacia dentro y hacia fuera, individuales y colectivas. Una etiqueta que despersonaliza, que maltrata, que discrimina.
El otro día pensaba al revés. No es la historia de un pasado (uno de muchos), superado y sin efectos. Es la historia de un presente (uno de muchos).
“Se queja porque ella, su mamá, rompe las bolas. Dice que es como un deporte, una profesión, algo para lo que está especialmente preparada. Que le ordena las cosas, que se mete en sus asuntos, que da consejos no requeridos, que comenta su ropa, que opina sobre sus amistades (¡y hasta conversa con ellas!), que se preocupa por su trabajo, que llama más de la cuenta, que lo ridiculiza en público (¡una vez le dijo te quiero!).
Un día -no recuerda bien cuál, no puede identificarlo, no sabe si existió- ese calificativo dejo de ser tal. Ese calificativo se convirtió en identidad. En algún punto, su mamá dejó de ser alguien que rompía las bolas para ser una rompebolas, sutil pero no menor diferencia. Su identidad se confundió con el adjetivo, pasaron a ser uno solo, indistinguibles uno de otro. Su mamá, la rompebolas.
Desapareció su mamá, la persona y la mujer. También su mamá, la inteligente, la trabajadora, la profesional, la divertida, la hábil, la organizadora, la viajante, la curiosa, la desinhibida, la interesante, la conversadora, la persistente.
Ese día, un día, su queja se convirtió en etiqueta; una etiqueta simplificada, sesgada y negativa, ajena a las complejas características personales. Ajena también a las injusticias y asimetrías de género. Una etiqueta que revela a la vez que niega, que elige, que construye relaciones hacia dentro y hacia fuera, individuales y colectivas. Una etiqueta que despersonaliza, que maltrata, que discrimina.
1 comentario:
Buenisimo Marians, para seguir pensando y re-pensando(nos) las cuestiones de genero escondidas en la cotideaneidad, en el habito.
Pienso en madre y !ay! la pienso siempre al borde de volverse loca por la cantidad de tareas (doble, triple, cuadruple... trabajar, ser madre, ser esposa, ser la "organizadora", ser el nexo que soluciona los problemas familiares, etc, etc) que lleva a cabo a diario. La pienso con tantas responsabilidades y (casi) ningun poder: "preguntale a tu padre", "después voy a hablar con tu padre". La pienso tirandose abajo (!ella, una profesora universitaria en fisica!), humillandose, para revitalizar nuestros egos (los de sus hijos y marido) de hombres inteligentes, blancos y exitosos. siempre provocador vos marians, gracias!
che, no firmo mucho pero te leo ¿anonimamente?. Estaba pensando.. ¿no tendrás para compartir (algo de) ese material feminista que das en clase y que te reprochan tus alumnxs, según contabas más abajo?
saludos,
juan.
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