domingo, 14 de diciembre de 2008

YO ABORTE

Me quedé pensando mucho en el post de Zula sobre la responsabilidad de los varones en el aborto. Y entonces me puse a pensar en mis abortos. Es cierto, no era mi cuerpo sobre el cual se practicó ese aborto, pero también era mi aborto.
En realidad fueron dos, no uno. Y hasta ahora cuando contaba estas historias las contaba así:
La primer experiencia fue perfecta, ella era anarquista y ninguno de los dos quería tener ese embarazo. Estábamos viviendo toda una aventura en Berlín Oriental cuando Alemania Oriental estaba dejando de ser Alemania Oriental a principios de los 90. Todo estaba cambiando. Pero aunque el muro se había caído, el sistema de salud socialista seguía en pie, y eso incluía el derecho a un aborto legal, seguro y gratuito. Así que fuimos los dos al hospital público de la zona. Mientras en el segundo piso del hospital funcionaba “maternidad”, en el tercero funcionaba “abortos”. La “paciente” que abortaba, después de pasar por un quirófano a todo trapo, debía quedarse en observación por 48 horas, por su salud. No quisimos quedarnos, así que sobornamos a una enfermera para que nos deje ir esa misma tarde. No podía ser tan bueno lo que nos estaba pasando.
La segunda vez fue totalmente distinta. Diametralmente opuesta. Fue un par de años después, en una ciudad distinta, Buenos Aires, y con una mujer también distinta. Ella venía de una familia muy pero muy católica, pero se estaba descubriendo a si misma y estaba explorando todos los límites que le habían impuesto. Cuando nos enteramos del embarazo ella me dice que jamás podría abortar, que sentía una opresión brutal, una prohibición total sobre la idea de abortar. Entonces, yo acepté lo inevitable, pero unos días después, inesperadamente, ella cambió de opinión. Así que fuimos a abortar a un consultorio privado en el corazón de barrio norte. Esta vez, por supuesto, clandestinamente, porque no estábamos Alemania Oriental.
Así relataba mis abortos hasta el momento, pero ahora filtrado por mi nueva identidad feminista y tratando de deconstruir mi masculinidad reconstruyo esta historia para contarla así: a mis dos parejas, con diferentes niveles de dominación, las convencí de ponerse DIUs en sus úteros, con un ginecólogo “amigo”. Aunque suene increíble, los dos DIUs fallaron, en ese supuesto 1 % de margen de error (esta parte de la historia da para otro post).
En la segunda experiencia, lo que recuerdo como un inesperado cambio de opinión, en realidad fue producto de varias acciones de presión psicológica de mi parte para convencerla de abortar.
Estos son mis abortos. Mi experiencia confirma que es cierto que si las instituciones públicas en general y el sistema de salud en particular reconocen y garantizan el derecho al aborto, la vida y la salud de las mujeres no correrían tanto peligro. Es cierto también que si tenés que abortar en una sociedad que prohíbe el aborto, pero te tocó ser muy de clase media y blanco/a, podés abortar a 10 cuadras de tu casa protegido/a por una sólida solidaridad de clase y de raza; así abortar se vuelve bastante seguro, pero obviamente muy inaccesible.
Finalmente, ahora puedo decir, desde otra perspectiva, que a partir de mi propia experiencia decidí sobre los cuerpos de mis dos parejas, primero para prevenir un embarazo; decidiendo unilateralmente sobre qué dispositivo se iban meter en el útero y eligiendo al medico varón que se los iba a poner. Después lo volví a hacer, pero esta vez para abortar, utilizando una violencia sutil, casi invisible, típica de nuestra dominación masculina, para convencerla de hacer lo correcto para los dos, pero principalmente para mi.

2 comentarios:

Baruyera Entremeses dijo...

Cómo saber si obligaste o habilitaste?
ESe cuento que te contás Cris es un poco filoso. En tu cuento las mujeres JAMAS decidimos.

Las mujeres abortamos y no nos morimos de culpa, ni de tristeza, ni de nada. Abortamos porque no queremos tener el primero u otro crio. Nada más.

La clandestinidad es la que genera la indignidad y te hace sentir una cucaracha o una asesina. Y ese sentimiento no es exclusivIdad de ninguna clase social.

He acompañado a amigas a abortar a lugares "seguros" en mi pueblo a las cinco de la mañana. Hemos dejado el auto a dos cuadras, hemos entrado al cosultorio que durante el dia era "pediátrico",he aguardado a mi amiga en la sala de espera con la luz apagada para que nadie sospeche, hemos salido corriendo y esperando el sangrado.

En silencio, de madrugada y con 1000 pesos menos, teniendo que inventar miles de excusas de donde estuvimos y de porque ella estará un dia en cama, y prometiendole al señor abortero que nadie se enteraría de su "otro trabajo" para que él no nos denuncie frente a la familia. Osea, encima amenazadas.

Eso genera sensación de cucaracha.La clandestinidad. Que nos pone a todas a merced de una red de hijos de puta.

Las mujeres no queremos más eso para nosotras. Ninguna.

Aborto legal, seguro y gratuito YA!
y dejennos de joder!

Chris dijo...

Así es, las mujeres abortan y no se mueren de culpa. Se mueren por infecciones o van presas. Es cierto, la culpa no mata pero es una de las estrategias más efectivas que usamos los varones.
Si obligué o habilité? no se, es cierto, es difícil de identificar los límites precisos a esas dos opciones. Pero igual de cierto es que también nos resulta muy fácil a los varones decir que las decisiones de este tipo se toman de a dos.
Mirándo para atrás, reconstruyendo mi historia personal, empiezo a recordar las insistencias, la seguridad en exceso, los argumentos empujadores, hasta llegar a las soluciones inevitables. Donde se ubican estas conductas? entre la obligación o la habilitación? No se, pero seguro que del lado del consenso no.
Y por último la clandestinidad, el resultado final del aborto ilegal. Y esa sensación de cucaracha que vos decís.
Aborto seguro, legal y gratuito YA!!